lunes, 19 de agosto de 2013

Rafael Pérez del Puerto, un aspense ilustre, Gonzalo Martínez Español y Juan Antonio Martínez Alfonso

Vivienda de la familia Pérez del Puerto en Aspe
RAFAEL PÉREZ DEL PUERTO, UN ASPENSE FUNDADOR        
 DE LA CIUDAD URUGUAYA DE ROCHA EN 1793 / Gonzalo Martínez Español y Antonio Martínez Alfonso
Publicado en: Revista bienal La Serranica nº 48 (2008)

1. Introducción.
 Las capitulaciones de Santa Fe, firmadas en abril de 1492, reservaron la explotación colonial de América a la Corona de Castilla. Los nativos de la antigua Corona de Aragón –catalanes, valencianos, aragoneses, mallorquines– quedaron excluidos y no pudieron transitar hacia América en busca de fortuna hasta el siglo XVIII, tras derogar los reyes las prohibiciones de emigración y comercio.
Por tanto, la presencia de aspenses en la América colonial fue mínima. Por el momento, tenemos noticias de dos sobresalientes personalidades. Una es fray Antonio de los Reyes y Carrasco, primer obispo de Sonora, la otra es Rafael Pérez Puerto o del Puerto,  –como gustaba denominarse en la documentación americana– personaje que tuvo un destacado protagonismo en la franja oriental uruguaya durante los últimos años de la presencia colonial española en América, y que permanecía en el total anonimato para nuestro pueblo.
Nuestras primeras noticias sobre este personaje, las debemos a las gestiones del Rotary Club Rocha Este, que en colaboración con el Rotary Club de Alicante, solicitaron información de Rafael Pérez al Ayuntamiento de Aspe a través de su página web.

2. Antecedentes familiares de Pérez del Puerto.
             El estudio de los registros notariales referentes al Aspe del siglo XVIII, nos permite aportar información genealógica de nuestro paisano, pudiendo reseñar que en líneas generales, los antecesores de Rafael Pérez disfrutaron de una posición económica desahogada en nuestra población.
Sus abuelos paternos, fueron José Pérez y Ana Cañizares. El abuelo José figura como titular en algunas transacciones comerciales de vinos y ganados realizadas en la localidad. Así tenemos, que en 1717[1] es receptor de una escritura de obligación de pago, por la que se comprometen a abonarle 90 libras valencianas por el importe de 660 cántaros de vino que había vendido. De igual modo, en 1720[2] se obligan a saldarle 85 libras y 15 sueldos por el valor de un rebaño de ganado ovino, compuesto por 101 ovejas. En la misma línea, los vecinos de Murcia, Alfonso Martínez, Juan Martínez y Lorenzo de Gaya, en el año 1724[3] se comprometen a liquidar 680 libras por el precio de 2.400 cántaros de vino contratados para el abasto de las poblaciones murcianas de Monteagudo, Venta de Aliaga y Santomera, etc.
Algún miembro integrante del clan familiar de los Pérez llegó a desempeñar cargos municipales, así sucede con Agustín Pérez, hermano del abuelo, que ejerció como alcalde ordinario en 1721 y 1725.
            El padre de Rafael, José Pérez Cañizares nació el 18 de diciembre de 1702[4], y contrajo primeras nupcias con Feliciana Alcaraz  en torno al año 1725. Los cónyuges no escrituraron cartas matrimoniales en el momento de la boda, y transcurridos unos años, formalizaron escritura de recepción de dote en 1731[5]. En dicho documento, Feliciana obtuvo de sus padres como aportación de dote matrimonial 600 reales valencianos[6] en ajuar de casa, más 1 tahúlla y ½ de viñedo en la Huerta Mayor. A su vez, José Pérez recibió de sus padres 1.700 reales valencianos como capital, de ellos 820 reales en el valor de 1 tahúlla de bancal con derecho de agua, 1 tahúlla y ½  de majuelo de viña en la Huerta Mayor, más 880 reales en efectivo.
Ciudad de Rocha. Fotografía procedente de: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1507427
Nos consta que José Pérez Cañizares se inicia en la actividad laboral  pública en calidad de procurador judicial, ya que aparece entre 1726[7] y 1732 como receptor de poderes notariales que le son asignados por algunos vecinos de la villa, al objeto de representarlos en diversas diligencias judiciales tales como pleitos, cobros, etc. A partir de 1733, José Pérez emprende el ejercicio profesional de escribano público, y como notario da registro a un cuantioso número de escrituras entre 1733 y 1774.
            Los abuelos José Pérez y Ana Cañizares testaron en 1736[8], dándonos a conocer su descendencia integrada por seis herederos: José, Francisco, Matías, Paula, Ana y Margarita. Y de igual modo que José, su hermano Francisco Pérez desempeñó el mismo oficio de escribano, protocolizando escrituras entre 1739 y 1777 en los municipios de Aspe y Monforte.
            Tras enviudar, José Pérez Cañizares contrajo segundas nupcias con Francisca Puerto Cerdán, ya entrada la década de 1740, pero los cónyuges no establecieron cartas matrimoniales. Francisca era hija de Ginés Puerto Pascual y de Francisca Cerdán Gozálbez, habiendo nacido en el decenio de 1720.
 El abuelo Ginés Puerto fue nombrado depositario de los bienes  de su difunto padre Miguel Puerto en 1710[9], teniendo a su cargo un apreciado número de bienes en tierras y dos casas, una de ellas tenía límites con el Ayuntamiento, la almazara de Martín Pérez y el callejón del arco del Ayuntamiento, la otra vivienda limitaba con la plaza de los Álamos y el callejón que entraba al arco del Ayuntamiento. Ginés temiendo por su vida, realiza testamento conjunto con su esposa Francisca en 1719, donde únicamente aparece como heredera su hija Isabel María[10].
            Repuesto de sus achaques, Ginés figura en la administración local ostentando el cargo público de alcalde ordinario en 1732[11], oficio que desempeña nuevamente en 1739. En ese año, hallándose enfermo vuelve a testar[12], y deja por herederos a sus cuatro hijos Isabel María, Francisca, Pablo y Matías.
El escribano José Pérez Cañizares, hallándose aquejado de una grave enfermedad, escritura testamento en 1763[13]. De sus primeras nupcias con Feliciana Alcaraz habían tenido por descendientes a Rosa Pérez, esposa de Bernardo Cerdán, a Gerónima Pérez esposa de Ignacio Castell –que entendemos es el notable escultor, hijo del tallista Vicente Castell–  a Juan Francisco Cerdán, en paradero desconocido, a la difunta Francisca Antonia Pérez, viuda del escribano José Alenda Vicedo, más algún hijo que no es nombrado y parece que había tomado los hábitos religiosos.
Del fruto de su segundo matrimonio con Francisca Puerto obtuvo siete hijos: Mariano, Juan Bautista, Pascual, Rafael, Raimundo, José y Ana, todos ellos menores de 25 años. Su esposa Francisca había aportado al matrimonio una dote de 30 libras en ropa y alajas, y posteriormente hereda bienes de sus padres por una cuantía de 316 libras y 10 sueldos. José dispone que sea su esposa Francisca la tutora y administradora de los hijos comunes, ya que la mayoría de edad se alcanzaba a los veinticinco años, y ninguno de los retoños estaba emancipado de la tutela paterna.

Firma de Rafael Pérez Puerto en calidad de testigo, en una escritura protocolizada por su padre José Pérez Cañizares en 1768.
Recobrada la salud, José Pérez continuó en el ejercicio de notario,  e inició la instrucción de sus hijos en el arte de la escribanía. En consecuencia, varios de sus descendientes aparecen en calidad de testigos rubricando escrituras protocolizadas por su padre, tal como sucede con el joven Rafael Pérez Puerto, que signa diversos documentos en el año 1768.

3. La situación de la franja oriental uruguaya en el siglo XVIII.
 Las tierras del este uruguayo conformaron una zona fronteriza a lo largo del siglo XVIII sometida a constantes vaivenes y disputas entre España y Portugal. En la década de 1730, los portugueses avanzaban por tierras brasileñas hacia el estuario del río de la Plata, aplicando una política colonizadora bien ordenada. Los lusos trataron de apoderarse del puerto de Montevideo, contrarrestando los españoles con el inicio de una política de ocupación militar de estos territorios. La ciudad de Montevideo se funda entre 1726–30, y sólo supone un leve muro de contención ante el avance portugués, ya que la zona costera al este de Montevideo, se controlaba mediante guardias fijas o reconocimientos militares periódicos.
En 1750, las dos Coronas firman un acuerdo amigable conocido como el Tratado de Permuta, en el que fijan los límites fronterizos en la población de Castillos, lo que supone un avance territorial portugués.
Con la llegada del general Cevallos a la gobernación de Buenos Aires, y la suspensión del tratado de Permuta, la banda oriental uruguaya fue militarizándose. Cevallos organizó una formidable expedición castrense hasta Río Grande, en territorio luso, mudando a manos españolas los fuertes de San Miguel y Santa Teresa en 1763.

4. La llegada de Pérez del Puerto a América.
 La casi totalidad de la información obtenida relacionada con Pérez del Puerto, la debemos a los numerosos estudios de la historiadora uruguaya Florencia Fajardo Terán (1907-2005). La acreditada historiadora nos narra que Rafael Pérez se hallaba desempeñando el cargo de oficial escribiente en la contaduría  principal de Marina en el departamento de Cádiz, y desde aquí marchó a América en 1776 como maestre de víveres asignado en una de las embarcaciones de la escuadra del general Cevallos, que en esta ocasión, partía desde España para efectuar una segunda campaña militar a los territorios de Río Grande[14].
Llegado Rafael a Buenos Aires, y a instancias del contador del ejército encargado de la expedición, el intendente general don Manuel Ignacio Fernández le conminó a desembarcar con el objetivo de que trabajara a su cargo en el despacho de cuentas de los maestros de víveres y despenseros de los buques mercantes, al estar la plaza vacante. Tras el desempeño con encomiable corrección de los destinos precedentes, el intendente Fernández le designa en abril de 1778 comisario de guerra, pagador e interventor para las obras reales de fortificación que se iban a efectuar en el Puerto de isla de Maldonado.
Una vez instalado en San Fernando de Maldonado, la confianza institucional se incrementa, nombrándole el 17 de julio de 1778, ministro de la Real Hacienda de Maldonado – debemos entender el cargo de ministro de Real Hacienda como la de un funcionario del erario público –.
A la llegada de Pérez del Puerto, la región permanecía siendo una zona fronteriza inestable, escasamente poblada, a pesar de que el gobernador de Buenos Aires había otorgado concesiones de tierras realengas a algunos funcionarios en las inmediaciones de Rocha. El territorio adolecía de una estructura defensiva apropiada, y las particularidades geográficas de la zona, conformada por lagunas, arroyos, cerros, zonas pantanosas, etc., le volvían propicia para el campeo de contrabandistas y malhechores. En el relato de sus impresiones expresa:
“Desde  mi ingreso a este destino y empleo de ministro de Real Hacienda que fue en el año de 1778, junto con varias comisiones y establecimientos confiados por esa superioridad, reconocía la lastimosa constitución de este Departamento (de Real Hacienda), su escasa población y la indigencia de sus cortos habitantes, consistiendo principalmente las tales cuales conveniencias de algunos pocos individuos en la ocupación de pulperías, etc., atenidos al dinero de la tropa y demás erogaciones del real servicio, en razón  de las atenciones y cuidados de este punto     (Maldonado), Santa Teresa y frontera de Portugal, cuyos incrementos miraba como muy pasajeros y de muy corta consideración para el verdadero fomento de los Pueblos, faltando los productos útiles de que eran capaces estos campos, los cuales por su escasa población, cerros, esterales, arroyos, lagunas, etc. proporcionaban todo género de recursos, no sólo a las fieras sino también a los hombres abandonados, contrabandistas, abigeos y malhechores para usar impunemente de sus asechanzas, con terror de las gentes y aún mismo de los pueblos”.[15]
 A fines de 1779, Pérez del Puerto había reconocido los territorios de su jurisdicción, y como funcionario de Hacienda, estaba comisionado para la recaudación de las reales rentas procedentes del tabaco y naipes, cuya colecta realizaba sin costo para el erario público. Se le asignaron nuevas atribuciones fiscales debiendo establecer en estas tierras las nuevas tasas de la alcabala, almojarifazgo, despacho de guías, etc., que de igual modo ejecutó con gran diligencia.
Fortaleza de Santa Teresa. Fotografía de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Fortaleza_ST.jpg
Tras la firma del tratado de San Ildefonso en 1777, los fuertes fronterizos de San Miguel y Santa Teresa quedaron bajo jurisdicción española, siendo necesaria su organización financiera. Rafael Pérez diseñó un plan administrativo para las fortificaciones aprobado por sus superiores, en el que conciliaba la mayor economía con el mejor servicio al rey. Asimismo tuvo a su cargo el habilitar los medios necesarios para que los portugueses que residían en las villas de San Carlos, San Fernando de Maldonado y los procedentes de la colonia de Sacramento pudieran retornar a tierras portuguesas. De igual modo, a raíz de la guerra de España con Inglaterra y ante la inminente llegada de la escuadra inglesa al Río de la Plata, colabora con el comandante militar, preparando las medidas defensivas del territorio.
 En la década de los ochenta recibe el encargo de acomodar a cerca de 200 familias procedentes de la Península, que iban destinadas a repoblar la costa patagónica, y que provisionalmente se establecieron en San Carlos y Maldonado bajo la autoridad de Pérez del Puerto.
A inicios de 1783, el virrey Vértiz y el intendente Fernández comisionan a Pérez del Puerto para que establezca una población en la demarcación de Maldonado, asentando 40 familias peninsulares, distintas a las que estaban destinadas a marchar a la Patagonia. Con estas familias funda la villa de Minas – también llamada Concepción –, cuya ejecución fue impecable, pese a la inexistencia de materiales constructivos y albañiles, haciendo uso de la mano de obra de los propios pobladores, unida a la complicada mano de obra indígena, que se consideraba forzada al trabajo. De este modo relata nuestro personaje su diligente tarea:
“He tenido la comisión para la erección y dirección de la villa de la Concepción, situada en las Minas de Maldonado, de donde dista como quince leguas, la que se halla formada con todos los edificios de mampostería y teja, que a pesar de un incesante trabajo he podido verificar la construcción y acopio de esta clase de materiales con la posible brevedad y mucho ahorro de la Real Hacienda, atendiendo al crecido número, a la cantidad de especies, pues no ha bajado de 14.000 carretadas de piedra, 250.000 ladrillos, 200.000 tejas, y a proporción un crecido número de maderas, cañas y fanegas de cal, con la construcción de hornos respectivos, con las demás menudencias de un campo despoblado donde se carecía de todo auxilio, pues casi fue preciso formar el mismo pueblo al principio de madera y paja, para la habitación de las gentes y colocación de los útiles, víveres y operarios, para poder seguir la construcción  formal, con sólo la ayuda de los pobladores y la corta y arriesgada de los indios de mera ración, que es bastante conocida su inutilidad e incómoda su existencia por considerarse todos ellos como forzados, sin haber concurrido ingenieros ni maestros mayores que pudieran hacer descansar en el progreso de esta reales obras[16]”.
Tras un lustro de actuaciones, Rafael Pérez recibía encomiables valoraciones de sus superiores. El tribunal de la Real Hacienda manifestaba el 3 de noviembre de 1784: “y en todas (las rendiciones de cuentas) acredita el celo, el honor e inteligencia con que administra los intereses del rey y la vigilancia con que atiende al desempeño de sus deberes”.
             El fiscal de la Junta de la Real Hacienda refería el 25 de noviembre: “...parece que no puede dudarse que ha sido un celoso ministro y un buen servidor del rey, sin embargo del exiguo sueldo de que ha gozado...”. Y la misma Junta de Real Hacienda, en un informe de 4 de diciembre de 1784 expresaba”: ...por donde resulta la pureza, exactitud y el interés con que se ha manejado en el dicho oficio y comisiones que se le han encargado al dicho ministro...[17]
La tenencia de las familias peninsulares bajo su responsabilidad y la formación de la villa de Minas, le proporcionaron  un profundo conocimiento de los problemas y necesidades que iban surgiendo entre las gentes asentadas en la región. De nuevo, la superioridad aumentó las funciones rectoras de Rafael, orientadas a establecer nuevos pobladores que posibilitaran una mayor expansión territorial en la comarca. Del Puerto asumió la tarea tratando de conciliar el bienestar de las personas con las ventajas generales que se obtenían por el aumento de la riqueza, la seguridad y la estabilidad en la zona. Nuestro paisano consideraba que la tierra debía entregarse al individuo de forma gratuita bajo unas consideraciones jurídicas, sin costos de tramitación, y en parcelas de extensión moderada. Su idea central se encaminaba a repartir los terrenos más complicados, dada su lejanía de los núcleos de población, su configuración, o su emplazamiento estratégico en la proximidad de la zona fronteriza. De este modo pretendía resguardar el territorio y contrarrestar la circulación de malhechores y contrabandistas.
Plano del Sureste Uruguayo
La labor de Pérez del Puerto comenzó a modificar la fisonomía del este uruguayo, a medida que los hombres, animados y auxiliados por nuestro protagonista iban instalándose en esta zona, hasta el momento casi desértica.
De su vida familiar, nos consta que hallándose soltero, contrajo matrimonio el 29 de abril de 1787 en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced de Buenos Aires[18]  con Ana Gertrudis Mendinueta, de ilustre estirpe, hija del Capitán Lázaro Bernardo de Mendinueta y de Bartola Gayoso y Aldunate. Los Libros Parroquiales de San Fernando de Maldonado registran el nacimiento de dos hijos: Manuela, nacida el 7 de junio de 1790, y José Marí­a Ambrosio,  que nació el 7 de noviembre de 1793. De sendos retoños fueron padrinos sus tíos, el Comandante de Maldonado y Capitán de Dragones Manuel Gutiérrez Verona y su esposa Ana Mendinueta.
Torre Vigía en Maldonado, construida bajo la dirección de Rafael Pérez en 1800 para controlar el Río de la Plata.
5. La formación de los pueblos de la banda oriental uruguaya.
 La franja oriental uruguaya continuaba manifestando los problemas de las décadas antecedentes: Inestabilidad de la frontera pactada en la paz de San Ildefonso, contrabando, mala distribución de la tierra, inseguridad para los residentes, familias peninsulares en depósito esperando una ubicación definitiva, etc. El virrey marqués de Loreto, buscó soluciones iniciando consultas con personas que tenían experiencia en la problemática de la región. Se elaboraron informes proponiendo soluciones de distinta índole, todos consideraban conveniente formar pueblos con las familias peninsulares, pero discrepaban a la hora de su ubicación. Unos creían necesario establecer una serie de poblaciones sobre la misma línea de la frontera nordeste, el otro criterio era establecer poblaciones entre Maldonado y el fuerte de Santa Teresa, a lo largo de los distintos arroyos  que afloraban por la franja oriental.
Nicolás de Arredondo, nuevo virrey, requirió la opinión de Pérez del Puerto en 1791, éste elaboró un informe con fecha 15 de septiembre, en el que desaconsejaba constituir pueblos en la lejana frontera nordeste, pues aunque presentaban la ventaja de tener grandes campos incultos, la formación de los mismos tendría un alto costo por el acarreo de materiales, y habría que trasladar un contingente militar para el resguardo de la población, sumado al desplazamiento de técnicos y operarios. A ello, se le añadiría el traslado de contingente humano en depósito, que haría la operación más dificultosa.
 Nuestro paisano proponía ubicar algunas familias en Maldonado, ya que su población era de corto vecindario, y con los restantes pobladores formar uno o dos pueblos en la semidesértica zona oriental. Estando analizando el asunto personalmente con el virrey, se recibió una real orden que obligaba a las familias pobladoras sin destino definitivo, a que se pusieran a disposición de la Real Compañía Marítima para ser reubicadas en establecimientos que iban a formarse en la costa patagónica.
Tras sopesar la cuestión, el virrey adoptó al pié de la letra el informe y memoria de Pérez del Puerto, decretando el 5 de enero de 1792 la formación de tres pueblos, uno sería el propio Maldonado, y los dos restantes se ubicarían entre Maldonado y el fuerte de Santa Teresa. Para ello, se dotó al ministro de amplias facultades en la dirección y el gobierno de los incipientes establecimientos, dadas sus acreditadas aptitudes en los encargos precedentes.
 Del Puerto emprende una marcha de reconocimiento en 1792, acompañado de un ingeniero y otros expertos a fin de encontrar el emplazamiento idóneo de sendos pueblos. Transitan entre Maldonado y el fuerte de Santa Teresa, sin encontrar un lugar convincente. Practica un segundo reconocimiento atendiendo a las noticias que le llegan, respecto de que en las inmediaciones del arroyo de Rocha existen tierras adecuadas para emplazar un pueblo. Del Puerto considera que el lugar tiene buenas condiciones pero presenta dos inconvenientes: Ausencia de tierras para formar ranchos con los nuevos pobladores, y el estar ocupados los terrenos adyacentes al arroyo de Rocha por algunos individuos que habían formado allí sus estancias, y que deberían ser trasladados a otros lugares.
Reunidos los informes en la Junta Superior de Real Hacienda, se decretó el 31 de julio de 1793 la formación de un pueblo en el pago de Rocha, y la refundación de la villa de San Carlos y de la ciudad de San Fernando de Maldonado, que aunque existían, se consideraron pueblos de nueva creación. A su vez, la Junta encomendaba a Rafael Pérez la dirección de las nuevas obras de restauración que se realizarían en los fuertes de San Miguel y Santa Teresa.


6. La fundación de Rocha.
 A finales del año 1793, Pérez del Puerto tenía todo preparado para dirigirse al pago de Rocha y trazar los espacios urbanos. El 22 de noviembre de 1793 emprende el camino, y una vez instalado en el paraje, comenzó a delinear las calles. El amanzanamiento se ejecutó de acuerdo con los dictámenes reales: Cien cuadras cuadradas de 100 varas de lado, subdivididas en solares de 25 varas de frente por 50 de fondo. Inmediatamente se iniciaron las obras formando el cuerpo de guardia, un almacén de herramientas, la capilla provisional y una estancia para el capellán, todas fabricadas con ladrillo.
La capilla quedó inaugurada el 23 de noviembre de 1794 bajo invocación de Nuestra Señora de los Remedios, elegida patrona de la villa, probablemente por elección de nuestro paisano.
 El terreno que actualmente ocupa la ciudad de Rocha era pertenencia de José Texeyra Caballero y con anterioridad a 1790, había sido propiedad de Manuel Balao y Vicente Machado, quienes a requerimiento de Rafael Pérez  permutaron las haciendas por otros campos situados en la Estancia del Rey.
La  población de Rocha se fue conformando lentamente. De las 40 casas proyectadas, tan sólo se habían construido 4 viviendas en 1795, y dos más en 1799. El proceso formativo de Rocha produjo muchos desvelos a Pérez del Puerto, que soportó unas condiciones mucho más complejas que las afrontadas en la villa de Minas. Rocha no fue promovida por la Hacienda Real, sino que las obras y materiales debían contratarse a asentistas. La mano de obra fue escasa, ya que no hubo aportación de operarios indígenas ni de los  patriarcas familiares que debían instalarse en la villa, pues los pobladores todavía estaban por designar. Unido a que Rafael tenía asignados otros cometidos relacionados con las obras en los fuertes de Santa Teresa, San Miguel, Cuartel de Dragones en Maldonado, etc.
Asimismo, tuvo que resolver el desalojo de algunos individuos instalados en aquel pago, aplicando siempre un criterio de compensar a los desalojados, pese a que se le había dado instrucciones de no resarcir a los que careciesen del título de propiedad.
Desde principios de 1799, el marqués de Avilés ocupaba el cargo de virrey de Buenos Aires, y deseaba colocar sin espera a las familias en depósito transitorio. Nuevamente se planteó instalar a las familias peninsulares en la frontera nordeste con Brasil, a instancias del comandante militar Azara, dándoles ocupación en la actividad ganadera. Tal decisión vendría a suponer el abandono de la población de Rocha.
Conocida la reputación y solvencia de Pérez del Puerto, el virrey Avilés le llamó a consultas. En febrero de 1800 Rafael presentó un informe que nuevamente fue decisivo. El virrey instruyó un decreto fechado el 18 de marzo de 1800, que daba continuidad a la formación de Rocha, permaneciendo bajo el auspicio de nuestro protagonista, sin tener que ajustarse a las 40 familias prefijadas.
Pese a que una y otra vez, sus reiteradas diligencias no terminaban de recibir una respuesta firme de las autoridades, el ministro de Real Hacienda no se desalentó y siguió apostando por el desarrollo de Rocha, bien posicionada entre Maldonado y Santa Teresa. Finalmente pudo culminar la formación de la población entre 1800-1801, con la conclusión de 23 viviendas destinadas a familias peninsulares, que serían los vecinos fundadores de Rocha.
Pérez del Puerto expidió un decreto con fecha 30 de diciembre de 1801, señalando  la jurisdicción territorial de la villa, cuyos límites fueron por mar, desde el arroyo Garzón hasta el de Castillos,  y por tierra desde el Alférez hasta el Cebollatí. También designó a su autoridad en la figura de un alcalde de hermandad, recayendo en Miguel Antonio Zalayeta.
A la postre, pudo felizmente consumarse la laboriosa, impecable e inteligente gestión de nuestro eminente aspense, fundador de la próspera ciudad de Rocha, municipio que cuenta con un gran conjunto de recursos naturales y turísticos. En la actualidad, el municipio de Rocha está próximo a los 30.000 habitantes, y es la capital del departamento del mismo nombre. En el año 2003, la ciudad celebró su 210 aniversario con una serie de actos conmemorativos, llevando a cabo un homenaje a su insigne fundador Rafael Pérez del Puerto y un reconocimiento a la historiadora Florencia Fajardo Terán.
    Nuestro paisano no regresaría a su tierra natal, concluyendo los últimos años de su vida en Buenos Aires, falleciendo en torno al año 1834.

BIBLIOGRAFÍA y NOTAS:

FAJARDO TERÁN, Florencia (1955): Historia de Rocha. Montevideo.
– (1974) “El proceso colonizador en el río de la plata: Pérez del Puerto y los orígenes de Rocha”.  Revista Anuarios de estudios americanos nº 31. C.S.I.C. Sevilla,  pp. 269–322.





[1]Archivo Municipal de Novelda. Protocolo de José Mazón 1714-1717. Escritura de obligación de Sebastián Alfonso y otros a José Pérez. Aspe, 25 de noviembre de 1717, fol. 2.
[2] A. M. N. Protocolo de José Mazón 1718-1722. Escritura de obligación de José Pastor a José Pérez. Aspe, 8 de noviembre de 1720, fol. 63.
[3] A. M. N. Protocolo de José Mazón 1723–1726. Escritura de obligación de Alfonso Martínez y otros a José Pérez. Aspe, 29 de abril de 1724, fol. 41.
[4][4] A. M. N. Protocolo de López del Baño 1733–35. Escritura de requerimiento y reconocimiento de José Pérez Cañizares al rector don Cebrián Ruiz. Aspe, 21 de febrero de 1733, fol. 5.
[5] A. M. N. Protocolo de López del Baño 1731–32. Escritura de dote de José Pérez, Estacio Alcaraz y Gerónima Pilar a favor de José Pérez y Feliciana Alcaraz. Aspe, 26 de febrero de 1731, fol. 27/v.
[6] Para clarificar las conversiones de moneda, hay que decir que  1 real valenciano equivalía a 1 real y medio castellano, y 10 reales valencianos tenían el valor de 1 libra.
[7] A. M. N. Protocolo de Francisco del Pilar 1726–1731. Escritura de poder de Claudio y Francisco Alberola a favor de José Pérez. Aspe, 6 de julio de 1726, fol. 61.
[8][8] A. M. N. Protocolo de Pedro Montllor 1736–1739. Testamento de José Pérez y Ana Cañizares. Aspe, 28 de diciembre de 1736, fol. 51.
[9] A. M. N. Protocolo de Francisco del Pilar 1708-20. Inventario de los bienes de Miguel Puerto. Aspe 18 de octubre de 1710, fol.  103.
[10] A. M. N. Protocolo de Joseph Mazón 1718-1722. Testamento de Ginés Puerto y Francisca Cerdán. Aspe, 24 de febrero de 1719, fol. 24.
[11] A. M. N.  Protocolo de López del Baño 1731–1732. Obligación del Ayuntamiento al tesorero de la bula de la Santa Cruzada. Aspe, 13 de febrero de 1732, fol. 15.
[12] A. M. N. Protocolo de Francisco del Pilar 1732-40. Testamento de Ginés Puerto y Francisca Cerdán. Aspe, 20 de abril de 1739, fol.  12/v.
[13] A. M. N. Protocolo de Antonio Alzamora 1763. Testamento de José Pérez Cañizares, Aspe 13 de octubre de 1763, fol. 38.
[14] Fajardo Terán, Florencia: El proceso colonizador en el Río de la Plata... p. 278.
[15] Ídem. p. 282–-3.
[16]  Ídem p. 287–8.
[17] Ídem p. 289.

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