Vivienda de la familia Pérez del Puerto en Aspe |
RAFAEL PÉREZ DEL PUERTO, UN ASPENSE
FUNDADOR
DE
LA CIUDAD URUGUAYA DE ROCHA EN 1793 / Gonzalo Martínez Español y Antonio Martínez Alfonso
Publicado en: Revista bienal La Serranica nº 48 (2008)
1. Introducción.
Las capitulaciones de Santa Fe, firmadas en abril de 1492, reservaron la
explotación colonial de América a la Corona de Castilla. Los nativos de la
antigua Corona de Aragón –catalanes, valencianos, aragoneses, mallorquines–
quedaron excluidos y no pudieron transitar hacia América en busca de fortuna
hasta el siglo XVIII, tras derogar los reyes las prohibiciones de emigración y
comercio.
Por tanto, la presencia de aspenses en la América colonial fue mínima.
Por el momento, tenemos noticias de dos sobresalientes personalidades. Una es
fray Antonio de los Reyes y Carrasco, primer obispo de Sonora, la otra es
Rafael Pérez Puerto o del Puerto, –como
gustaba denominarse en la documentación americana– personaje que tuvo un
destacado protagonismo en la franja oriental uruguaya durante los últimos años
de la presencia colonial española en América, y que permanecía en el total
anonimato para nuestro pueblo.
Nuestras primeras noticias sobre este personaje, las debemos a las
gestiones del Rotary Club Rocha Este, que en colaboración con el Rotary Club de
Alicante, solicitaron información de Rafael Pérez al Ayuntamiento de Aspe a
través de su página web.
2. Antecedentes familiares de Pérez del Puerto.
El estudio de los registros
notariales referentes al Aspe del siglo XVIII, nos permite aportar información
genealógica de nuestro paisano, pudiendo reseñar que en líneas generales, los
antecesores de Rafael Pérez disfrutaron de una posición económica desahogada en
nuestra población.
Sus abuelos paternos, fueron José Pérez y Ana Cañizares. El abuelo José
figura como titular en algunas transacciones comerciales de vinos y ganados
realizadas en la localidad. Así tenemos, que en 1717[1]
es receptor de una escritura de obligación de pago, por la que se comprometen a
abonarle 90 libras valencianas por el importe de 660 cántaros de vino que había
vendido. De igual modo, en 1720[2]
se obligan a saldarle 85 libras y 15 sueldos por el valor de un rebaño de
ganado ovino, compuesto por 101 ovejas. En la misma línea, los vecinos de
Murcia, Alfonso Martínez, Juan Martínez y Lorenzo de Gaya, en el año 1724[3]
se comprometen a liquidar 680 libras por el precio de 2.400 cántaros de vino
contratados para el abasto de las poblaciones murcianas de Monteagudo, Venta de
Aliaga y Santomera, etc.
Algún miembro integrante del clan familiar de los Pérez llegó a
desempeñar cargos municipales, así sucede con Agustín Pérez, hermano del
abuelo, que ejerció como alcalde ordinario en 1721 y 1725.
El padre de Rafael, José
Pérez Cañizares nació el 18 de diciembre de 1702[4],
y contrajo primeras nupcias con Feliciana Alcaraz en torno al año 1725. Los cónyuges no
escrituraron cartas matrimoniales en el momento de la boda, y transcurridos
unos años, formalizaron escritura de recepción de dote en 1731[5].
En dicho documento, Feliciana obtuvo de sus padres como aportación de dote
matrimonial 600 reales valencianos[6]
en ajuar de casa, más 1 tahúlla y ½ de viñedo en la Huerta Mayor. A su vez,
José Pérez recibió de sus padres 1.700 reales valencianos como capital, de
ellos 820 reales en el valor de 1 tahúlla de bancal con derecho de agua, 1
tahúlla y ½ de majuelo de viña en la
Huerta Mayor, más 880 reales en efectivo.
Ciudad de Rocha. Fotografía procedente de: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=1507427 |
Nos consta que José
Pérez Cañizares se inicia en la actividad laboral pública en calidad de procurador judicial, ya
que aparece entre 1726[7]
y 1732 como receptor de poderes notariales que le son asignados por algunos
vecinos de la villa, al objeto de representarlos en diversas diligencias
judiciales tales como pleitos, cobros, etc. A partir de 1733, José Pérez
emprende el ejercicio profesional de escribano público, y como notario da
registro a un cuantioso número de escrituras entre 1733 y 1774.
Los abuelos José Pérez y
Ana Cañizares testaron en 1736[8],
dándonos a conocer su descendencia integrada por seis herederos: José,
Francisco, Matías, Paula, Ana y Margarita. Y de igual modo que José, su hermano
Francisco Pérez desempeñó el mismo oficio de escribano, protocolizando
escrituras entre 1739 y 1777 en los municipios de Aspe y Monforte.
Tras enviudar, José
Pérez Cañizares contrajo segundas nupcias con Francisca Puerto Cerdán, ya
entrada la década de 1740, pero los cónyuges no establecieron cartas
matrimoniales. Francisca era hija de Ginés Puerto Pascual y de Francisca Cerdán
Gozálbez, habiendo nacido en el decenio de 1720.
El
abuelo Ginés Puerto fue nombrado depositario de los bienes de su difunto padre Miguel Puerto en 1710[9],
teniendo a su cargo un apreciado número de bienes en tierras y dos casas, una
de ellas tenía límites con el Ayuntamiento, la almazara de Martín Pérez y el
callejón del arco del Ayuntamiento, la otra vivienda limitaba con la plaza de
los Álamos y el callejón que entraba al arco del Ayuntamiento. Ginés temiendo
por su vida, realiza testamento conjunto con su esposa Francisca en 1719, donde
únicamente aparece como heredera su hija Isabel María[10].
Repuesto de sus
achaques, Ginés figura en la administración local ostentando el cargo público
de alcalde ordinario en 1732[11],
oficio que desempeña nuevamente en 1739. En ese año, hallándose enfermo vuelve
a testar[12],
y deja por herederos a sus cuatro hijos Isabel María, Francisca, Pablo y
Matías.
El escribano José Pérez Cañizares, hallándose
aquejado de una grave enfermedad, escritura testamento en 1763[13].
De sus primeras nupcias con Feliciana Alcaraz habían tenido por descendientes a
Rosa Pérez, esposa de Bernardo Cerdán, a Gerónima Pérez esposa de Ignacio
Castell –que entendemos es el notable escultor, hijo del tallista Vicente
Castell– a Juan Francisco Cerdán, en
paradero desconocido, a la difunta Francisca Antonia Pérez, viuda del escribano
José Alenda Vicedo, más algún hijo que no es nombrado y parece que había tomado
los hábitos religiosos.
Del fruto de su segundo matrimonio con
Francisca Puerto obtuvo siete hijos: Mariano, Juan Bautista, Pascual, Rafael,
Raimundo, José y Ana, todos ellos menores de 25 años. Su esposa Francisca había
aportado al matrimonio una dote de 30 libras en ropa y alajas, y posteriormente
hereda bienes de sus padres por una cuantía de 316 libras y 10 sueldos. José
dispone que sea su esposa Francisca la tutora y administradora de los hijos
comunes, ya que la mayoría de edad se alcanzaba a los veinticinco años, y
ninguno de los retoños estaba emancipado de la tutela paterna.
Firma de Rafael Pérez Puerto en calidad de
testigo, en una escritura protocolizada por su padre José Pérez Cañizares en
1768.
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Recobrada la salud, José Pérez continuó en el ejercicio de notario, e inició la instrucción de sus hijos en el
arte de la escribanía. En consecuencia, varios de sus descendientes aparecen en
calidad de testigos rubricando escrituras protocolizadas por su padre, tal como
sucede con el joven Rafael Pérez Puerto, que signa diversos documentos en el
año 1768.
3. La situación de la franja oriental uruguaya en el
siglo XVIII.
Las tierras del este uruguayo conformaron una zona fronteriza a lo largo
del siglo XVIII sometida a constantes vaivenes y disputas entre España y
Portugal. En la década de 1730, los portugueses avanzaban por tierras
brasileñas hacia el estuario del río de la Plata, aplicando una política
colonizadora bien ordenada. Los lusos trataron de apoderarse del puerto de
Montevideo, contrarrestando los españoles con el inicio de una política de
ocupación militar de estos territorios. La ciudad de Montevideo se funda entre
1726–30, y sólo supone un leve muro de contención ante el avance portugués, ya
que la zona costera al este de Montevideo, se controlaba mediante guardias
fijas o reconocimientos militares periódicos.
En 1750, las dos Coronas firman un acuerdo amigable conocido como el
Tratado de Permuta, en el que fijan los límites fronterizos en la población de
Castillos, lo que supone un avance territorial portugués.
Con la llegada del general Cevallos a la gobernación de Buenos Aires, y
la suspensión del tratado de Permuta, la banda oriental uruguaya fue
militarizándose. Cevallos organizó una formidable expedición castrense hasta
Río Grande, en territorio luso, mudando a manos españolas los fuertes de San
Miguel y Santa Teresa en 1763.
4. La llegada de Pérez del Puerto a América.
La casi totalidad de la información obtenida relacionada con Pérez del
Puerto, la debemos a los numerosos estudios de la historiadora uruguaya
Florencia Fajardo Terán (1907-2005). La acreditada historiadora nos narra que
Rafael Pérez se hallaba desempeñando el cargo de oficial escribiente en la
contaduría principal de Marina en el
departamento de Cádiz, y desde aquí marchó a América en 1776 como maestre de
víveres asignado en una de las embarcaciones de la escuadra del general
Cevallos, que en esta ocasión, partía desde España para efectuar una segunda
campaña militar a los territorios de Río Grande[14].
Llegado Rafael a Buenos Aires, y a instancias del contador del ejército
encargado de la expedición, el intendente general don Manuel Ignacio Fernández
le conminó a desembarcar con el objetivo de que trabajara a su cargo en el
despacho de cuentas de los maestros de víveres y despenseros de los buques
mercantes, al estar la plaza vacante. Tras el desempeño con encomiable
corrección de los destinos precedentes, el intendente Fernández le designa en
abril de 1778 comisario de guerra, pagador e interventor para las obras reales
de fortificación que se iban a efectuar en el Puerto de isla de Maldonado.
Una vez instalado en San Fernando de Maldonado, la confianza institucional
se incrementa, nombrándole el 17 de julio de 1778, ministro de la Real Hacienda
de Maldonado – debemos entender el cargo de ministro de Real Hacienda como la
de un funcionario del erario público –.
A la llegada de Pérez del Puerto, la región permanecía siendo una zona
fronteriza inestable, escasamente poblada, a pesar de que el gobernador de
Buenos Aires había otorgado concesiones de tierras realengas a algunos
funcionarios en las inmediaciones de Rocha. El territorio adolecía de una
estructura defensiva apropiada, y las particularidades geográficas de la zona,
conformada por lagunas, arroyos, cerros, zonas pantanosas, etc., le volvían
propicia para el campeo de contrabandistas y malhechores. En el relato de sus
impresiones expresa:
“Desde
mi ingreso a este destino y empleo de ministro de Real Hacienda que fue
en el año de 1778, junto con varias comisiones y establecimientos confiados por
esa superioridad, reconocía la lastimosa constitución de este Departamento (de
Real Hacienda), su escasa población y la indigencia de sus cortos habitantes,
consistiendo principalmente las tales cuales conveniencias de algunos pocos
individuos en la ocupación de pulperías, etc., atenidos al dinero de la tropa y
demás erogaciones del real servicio, en razón
de las atenciones y cuidados de este punto (Maldonado), Santa Teresa y frontera de
Portugal, cuyos incrementos miraba como muy pasajeros y de muy corta
consideración para el verdadero fomento de los Pueblos, faltando los productos
útiles de que eran capaces estos campos, los cuales por su escasa población,
cerros, esterales, arroyos, lagunas, etc. proporcionaban todo género de
recursos, no sólo a las fieras sino también a los hombres abandonados,
contrabandistas, abigeos y malhechores para usar impunemente de sus asechanzas,
con terror de las gentes y aún mismo de los pueblos”.[15]
A fines de 1779, Pérez del Puerto había reconocido los territorios de su
jurisdicción, y como funcionario de Hacienda, estaba comisionado para la
recaudación de las reales rentas procedentes del tabaco y naipes, cuya colecta
realizaba sin costo para el erario público. Se le asignaron nuevas atribuciones
fiscales debiendo establecer en estas tierras las nuevas tasas de la alcabala,
almojarifazgo, despacho de guías, etc., que de igual modo ejecutó con gran
diligencia.
Fortaleza de Santa Teresa. Fotografía de: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Fortaleza_ST.jpg |
Tras la firma del tratado de San Ildefonso en 1777, los fuertes
fronterizos de San Miguel y Santa Teresa quedaron bajo jurisdicción española,
siendo necesaria su organización financiera. Rafael Pérez diseñó un plan
administrativo para las fortificaciones aprobado por sus superiores, en el que
conciliaba la mayor economía con el mejor servicio al rey. Asimismo tuvo a su
cargo el habilitar los medios necesarios para que los portugueses que residían
en las villas de San Carlos, San Fernando de Maldonado y los procedentes de la
colonia de Sacramento pudieran retornar a tierras portuguesas. De igual modo, a
raíz de la guerra de España con Inglaterra y ante la inminente llegada de la
escuadra inglesa al Río de la Plata, colabora con el comandante militar,
preparando las medidas defensivas del territorio.
En la década de los ochenta recibe
el encargo de acomodar a cerca de 200 familias procedentes de la Península, que
iban destinadas a repoblar la costa patagónica, y que provisionalmente se
establecieron en San Carlos y Maldonado bajo la autoridad de Pérez del Puerto.
A
inicios de 1783, el virrey Vértiz y el intendente Fernández comisionan a Pérez
del Puerto para que establezca una población en la demarcación de Maldonado,
asentando 40 familias peninsulares, distintas a las que estaban destinadas a marchar a la Patagonia.
Con estas familias funda la villa de Minas – también llamada Concepción –, cuya
ejecución fue impecable, pese a la inexistencia de materiales constructivos y
albañiles, haciendo uso de la mano de obra de los propios pobladores, unida a
la complicada mano de obra indígena, que se consideraba forzada al trabajo. De
este modo relata nuestro personaje su diligente tarea:
“He tenido la comisión para la erección y dirección de la villa de la
Concepción, situada en las Minas de Maldonado, de donde dista como quince
leguas, la que se halla formada con todos los edificios de mampostería y teja,
que a pesar de un incesante trabajo he podido verificar la construcción y
acopio de esta clase de materiales con la posible brevedad y mucho ahorro de la
Real Hacienda, atendiendo al crecido número, a la cantidad de especies, pues no
ha bajado de 14.000 carretadas de piedra, 250.000 ladrillos, 200.000 tejas, y a
proporción un crecido número de maderas, cañas y fanegas de cal, con la
construcción de hornos respectivos, con las demás menudencias de un campo
despoblado donde se carecía de todo auxilio, pues casi fue preciso formar el
mismo pueblo al principio de madera y paja, para la habitación de las gentes y
colocación de los útiles, víveres y operarios, para poder seguir la construcción formal, con sólo la ayuda de los pobladores y
la corta y arriesgada de los indios de mera ración, que es bastante conocida su
inutilidad e incómoda su existencia por considerarse todos ellos como forzados,
sin haber concurrido ingenieros ni maestros mayores que pudieran hacer
descansar en el progreso de esta reales obras[16]”.
Tras un lustro de actuaciones, Rafael Pérez recibía encomiables
valoraciones de sus superiores. El tribunal de la Real Hacienda manifestaba el
3 de noviembre de 1784: “y en todas (las rendiciones de cuentas) acredita el
celo, el honor e inteligencia con que administra los intereses del rey y la
vigilancia con que atiende al desempeño de sus deberes”.
El fiscal de la Junta de la Real Hacienda
refería el 25 de noviembre: “...parece que no puede dudarse que ha sido un
celoso ministro y un buen servidor del rey, sin embargo del exiguo sueldo de
que ha gozado...”. Y la misma Junta de Real Hacienda, en un informe de 4 de
diciembre de 1784 expresaba”: ...por donde resulta la pureza, exactitud y el
interés con que se ha manejado en el dicho oficio y comisiones que se le han
encargado al dicho ministro...[17]”
La tenencia de las familias peninsulares bajo su responsabilidad y la
formación de la villa de Minas, le proporcionaron un profundo conocimiento de los problemas y
necesidades que iban surgiendo entre las gentes asentadas en la región. De
nuevo, la superioridad aumentó las funciones rectoras de Rafael, orientadas a
establecer nuevos pobladores que posibilitaran una mayor expansión territorial
en la comarca. Del Puerto asumió la tarea tratando de conciliar el bienestar de
las personas con las ventajas generales que se obtenían por el aumento de la
riqueza, la seguridad y la estabilidad en la zona. Nuestro paisano consideraba
que la tierra debía entregarse al individuo de forma gratuita bajo unas
consideraciones jurídicas, sin costos de tramitación, y en parcelas de
extensión moderada. Su idea central se encaminaba a repartir los terrenos más
complicados, dada su lejanía de los núcleos de población, su configuración, o
su emplazamiento estratégico en la proximidad de la zona fronteriza. De este
modo pretendía resguardar el territorio y contrarrestar la circulación de
malhechores y contrabandistas.
Plano del Sureste Uruguayo |
La labor de Pérez del Puerto
comenzó a modificar la fisonomía del este uruguayo, a medida que los hombres,
animados y auxiliados por nuestro protagonista iban instalándose en esta zona,
hasta el momento casi desértica.
De su vida familiar, nos consta que hallándose
soltero, contrajo matrimonio el 29 de abril de 1787 en la parroquia de Nuestra
Señora de la Merced de Buenos Aires[18] con Ana Gertrudis Mendinueta, de ilustre
estirpe, hija del Capitán Lázaro Bernardo de Mendinueta y de Bartola Gayoso y
Aldunate. Los Libros Parroquiales de San Fernando de Maldonado
registran el nacimiento de dos hijos: Manuela, nacida el 7 de junio de 1790, y
José María Ambrosio, que nació el 7 de
noviembre de 1793. De sendos retoños fueron padrinos sus tíos, el Comandante de
Maldonado y Capitán de Dragones Manuel Gutiérrez Verona y su esposa Ana
Mendinueta.
Torre Vigía en
Maldonado, construida bajo la dirección de Rafael Pérez en 1800 para controlar
el Río de la Plata.
|
5. La
formación de los pueblos de la banda oriental uruguaya.
La franja oriental uruguaya continuaba manifestando los problemas de las
décadas antecedentes: Inestabilidad de la frontera pactada en la paz de San
Ildefonso, contrabando, mala distribución de la tierra, inseguridad para los
residentes, familias peninsulares en depósito esperando una ubicación
definitiva, etc. El virrey marqués de Loreto, buscó soluciones iniciando
consultas con personas que tenían experiencia en la problemática de la región.
Se elaboraron informes proponiendo soluciones de distinta índole, todos
consideraban conveniente formar pueblos con las familias peninsulares, pero
discrepaban a la hora de su ubicación. Unos creían necesario establecer una
serie de poblaciones sobre la misma línea de la frontera nordeste, el otro
criterio era establecer poblaciones entre Maldonado y el fuerte de Santa
Teresa, a lo largo de los distintos arroyos
que afloraban por la franja oriental.
Nicolás de Arredondo, nuevo virrey, requirió la opinión de Pérez del
Puerto en 1791, éste elaboró un informe con fecha 15 de septiembre, en el que
desaconsejaba constituir pueblos en la lejana frontera nordeste, pues aunque
presentaban la ventaja de tener grandes campos incultos, la formación de los
mismos tendría un alto costo por el acarreo de materiales, y habría que
trasladar un contingente militar para el resguardo de la población, sumado al
desplazamiento de técnicos y operarios. A ello, se le añadiría el traslado de
contingente humano en depósito, que haría la operación más dificultosa.
Nuestro paisano proponía ubicar
algunas familias en Maldonado, ya que su población era de corto vecindario, y
con los restantes pobladores formar uno o dos pueblos en la semidesértica zona
oriental. Estando analizando el asunto personalmente con el virrey, se recibió
una real orden que obligaba a las familias pobladoras sin destino definitivo, a
que se pusieran a disposición de la Real Compañía Marítima para ser reubicadas
en establecimientos que iban a formarse en la costa patagónica.
Tras sopesar la cuestión, el virrey adoptó al pié de la letra el informe
y memoria de Pérez del Puerto, decretando el 5 de enero de 1792 la formación de
tres pueblos, uno sería el propio Maldonado, y los dos restantes se ubicarían
entre Maldonado y el fuerte de Santa Teresa. Para ello, se dotó al ministro de
amplias facultades en la dirección y el gobierno de los incipientes
establecimientos, dadas sus acreditadas aptitudes en los encargos precedentes.
Del Puerto emprende una marcha de
reconocimiento en 1792, acompañado de un ingeniero y otros expertos a fin de
encontrar el emplazamiento idóneo de sendos pueblos. Transitan entre Maldonado
y el fuerte de Santa Teresa, sin encontrar un lugar convincente. Practica un
segundo reconocimiento atendiendo a las noticias que le llegan, respecto de que
en las inmediaciones del arroyo de Rocha existen tierras adecuadas para
emplazar un pueblo. Del Puerto considera que el lugar tiene buenas condiciones
pero presenta dos inconvenientes: Ausencia de tierras para formar ranchos con los
nuevos pobladores, y el estar ocupados los terrenos adyacentes al arroyo de
Rocha por algunos individuos que habían formado allí sus estancias, y que
deberían ser trasladados a otros lugares.
Reunidos los informes en la Junta Superior de Real Hacienda, se decretó
el 31 de julio de 1793 la formación de un pueblo en el pago de Rocha, y la
refundación de la villa de San Carlos y de la ciudad de San Fernando de
Maldonado, que aunque existían, se consideraron pueblos de nueva creación. A su
vez, la Junta encomendaba a Rafael Pérez la dirección de las nuevas obras de
restauración que se realizarían en los fuertes de San Miguel y Santa Teresa.
6. La fundación de Rocha.
A finales del año 1793, Pérez del Puerto tenía todo
preparado para dirigirse al pago de Rocha y trazar los espacios urbanos. El 22
de noviembre de 1793 emprende el camino, y una vez instalado en el paraje,
comenzó a delinear las calles. El amanzanamiento se ejecutó de acuerdo con los
dictámenes reales: Cien cuadras cuadradas de 100 varas de lado, subdivididas en
solares de 25 varas de frente por 50 de fondo. Inmediatamente se iniciaron las
obras formando el cuerpo de guardia, un almacén de herramientas, la capilla
provisional y una estancia para el capellán, todas fabricadas con ladrillo.
La capilla
quedó inaugurada el 23 de noviembre de 1794 bajo invocación de Nuestra Señora
de los Remedios, elegida patrona de la villa, probablemente por elección de
nuestro paisano.
El terreno que
actualmente ocupa la ciudad de Rocha era pertenencia de José Texeyra
Caballero y con anterioridad a 1790, había sido propiedad de Manuel Balao y
Vicente Machado, quienes a requerimiento de Rafael Pérez permutaron las haciendas por otros campos
situados en la Estancia del Rey.
La población de Rocha se fue
conformando lentamente. De las 40 casas proyectadas, tan sólo se habían
construido 4 viviendas en 1795, y dos más en 1799. El proceso formativo de
Rocha produjo muchos desvelos a Pérez del Puerto, que soportó unas condiciones
mucho más complejas que las afrontadas en la villa de Minas. Rocha no fue
promovida por la Hacienda Real, sino que las obras y materiales debían
contratarse a asentistas. La mano de obra fue escasa, ya que no hubo aportación
de operarios indígenas ni de los
patriarcas familiares que debían instalarse en la villa, pues los
pobladores todavía estaban por designar. Unido a que Rafael tenía asignados
otros cometidos relacionados con las obras en los fuertes de Santa Teresa, San
Miguel, Cuartel de Dragones en Maldonado, etc.
Asimismo, tuvo que resolver el desalojo de algunos individuos instalados
en aquel pago, aplicando siempre un criterio de compensar a los desalojados,
pese a que se le había dado instrucciones de no resarcir a los que careciesen
del título de propiedad.
Desde principios de 1799, el marqués de Avilés ocupaba el cargo de virrey
de Buenos Aires, y deseaba colocar sin espera a las familias en depósito
transitorio. Nuevamente se planteó instalar a las familias peninsulares en la
frontera nordeste con Brasil, a instancias del comandante militar Azara,
dándoles ocupación en la actividad ganadera. Tal decisión vendría a suponer el
abandono de la población de Rocha.
Conocida la reputación y solvencia de Pérez del Puerto, el virrey Avilés
le llamó a consultas. En febrero de 1800 Rafael presentó un informe que
nuevamente fue decisivo. El virrey instruyó un decreto fechado el 18 de marzo
de 1800, que daba continuidad a la formación de Rocha, permaneciendo bajo el
auspicio de nuestro protagonista, sin tener que ajustarse a las 40 familias
prefijadas.
Pese a que una y otra vez, sus reiteradas diligencias no terminaban de
recibir una respuesta firme de las autoridades, el ministro de Real Hacienda no
se desalentó y siguió apostando por el desarrollo de Rocha, bien posicionada
entre Maldonado y Santa Teresa. Finalmente pudo culminar la formación de la
población entre 1800-1801, con la conclusión de 23 viviendas destinadas a
familias peninsulares, que serían los vecinos fundadores de Rocha.
Pérez del Puerto expidió un decreto con fecha 30 de diciembre de 1801,
señalando la jurisdicción territorial de
la villa, cuyos límites fueron por mar, desde el arroyo Garzón hasta el de
Castillos, y por tierra desde el Alférez
hasta el Cebollatí. También designó a su autoridad en la figura de un alcalde
de hermandad, recayendo en Miguel Antonio Zalayeta.
A la postre, pudo felizmente consumarse la laboriosa, impecable e
inteligente gestión de nuestro eminente aspense, fundador de la próspera ciudad
de Rocha, municipio que cuenta con un gran conjunto de recursos naturales y
turísticos. En la actualidad, el municipio de Rocha está próximo a los 30.000
habitantes, y es la capital del departamento del mismo nombre. En el año 2003,
la ciudad celebró su 210 aniversario con una serie de actos conmemorativos,
llevando a cabo un homenaje a su insigne fundador Rafael Pérez del Puerto y un
reconocimiento a la historiadora Florencia Fajardo Terán.
Nuestro paisano no regresaría a
su tierra natal, concluyendo los últimos años de su vida en Buenos Aires,
falleciendo en torno al año 1834.
BIBLIOGRAFÍA y NOTAS:
FAJARDO TERÁN, Florencia (1955): Historia
de Rocha. Montevideo.
– (1974) “El proceso
colonizador en el río de la plata: Pérez del Puerto y los orígenes de
Rocha”. Revista Anuarios de estudios americanos nº 31. C.S.I.C. Sevilla, pp.
269–322.
[1]Archivo
Municipal de Novelda. Protocolo de José Mazón 1714-1717. Escritura de
obligación de Sebastián Alfonso y otros a José Pérez. Aspe, 25 de noviembre de
1717, fol. 2.
[2] A. M.
N. Protocolo de José Mazón 1718-1722. Escritura de obligación de José Pastor a
José Pérez. Aspe, 8 de noviembre de 1720, fol. 63.
[3] A. M.
N. Protocolo de José Mazón 1723–1726. Escritura de obligación de Alfonso
Martínez y otros a José Pérez. Aspe, 29 de abril de 1724, fol. 41.
[4][4] A. M. N.
Protocolo de López del Baño 1733–35. Escritura de requerimiento y
reconocimiento de José Pérez Cañizares al rector don Cebrián Ruiz. Aspe, 21 de
febrero de 1733, fol. 5.
[5] A. M.
N. Protocolo de López del Baño 1731–32. Escritura de dote de José Pérez,
Estacio Alcaraz y Gerónima Pilar a favor de José Pérez y Feliciana Alcaraz.
Aspe, 26 de febrero de 1731, fol. 27/v.
[6] Para
clarificar las conversiones de moneda, hay que decir que 1 real valenciano equivalía a 1 real y medio
castellano, y 10 reales valencianos tenían el valor de 1 libra.
[7] A. M.
N. Protocolo de Francisco del Pilar 1726–1731. Escritura de poder de Claudio y
Francisco Alberola a favor de José Pérez. Aspe, 6 de julio de 1726, fol. 61.
[8][8] A. M. N.
Protocolo de Pedro Montllor 1736–1739. Testamento de José Pérez y Ana
Cañizares. Aspe, 28 de diciembre de 1736, fol. 51.
[9] A. M.
N. Protocolo de Francisco del Pilar 1708-20. Inventario de los bienes de Miguel
Puerto. Aspe 18 de octubre de 1710, fol.
103.
[10] A.
M. N. Protocolo de Joseph Mazón 1718-1722. Testamento de Ginés Puerto y
Francisca Cerdán. Aspe, 24 de febrero de 1719, fol. 24.
[11] A.
M. N. Protocolo de López del Baño
1731–1732. Obligación del Ayuntamiento al tesorero de la bula de la Santa
Cruzada. Aspe, 13 de febrero de 1732, fol. 15.
[12] A.
M. N. Protocolo de Francisco del Pilar 1732-40. Testamento de Ginés Puerto y
Francisca Cerdán. Aspe, 20 de abril de 1739, fol. 12/v.
[13] A.
M. N. Protocolo de Antonio Alzamora 1763. Testamento de José Pérez Cañizares,
Aspe 13 de octubre de 1763, fol. 38.
[14] Fajardo Terán, Florencia:
El proceso colonizador en el Río de la Plata... p. 278.
[15] Ídem. p. 282–-3.
[16] Ídem p. 287–8.
[17] Ídem p. 289.
[18]
Archivo de la Parroquia-Basílica de Nuestra Señora de la Merced, Archidiócesis
de Buenos Aires. Tomo 5E, libro nº 7 de matrimonios, fol. 456.
ENLACES CON INFORMACIÓN ADICIONAL:
En general se pueden
consultar noticias concretas entre los archivos del Maestro Rosario A. Pereira,
en
entre las que destaco
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