El trabajo que se presenta hoy (dividido en
tres partes: una introductoria, la segunda de análisis y la tercera de resultados con paneles informativos) constituye todo un ejemplo de lo que deberían ser la mayoría de artículos de
investigación: herramientas para intervenir y cambiar la realidad. Por encima incluso de la inevitable curiosidad por conocer el
pasado que caracteriza al investigador local, lo realmente destacable es el vínculo
entre la investigación y la tarea de salvaguarda, restauración y restitución de
los elementos del patrimonio estudiados, de manera que los resultados son el
objetivo final de ese esfuerzo y en consecuencia terminan siendo visibles y
constatables, como veremos. A tal efecto y a sugerencia del autor, a las
fotografías del artículo original he ido añadiendo las correspondientes a su
estado actual proporcionadas por él mismo a fin de apreciar la restauración,
restitución y puesta en valor que comentaba. En esa línea Felipe Mejías ya ha
dado frutos notables; baste considerar la investigación en curso alrededor de laconducción de aguas del Obispo Tormo a Elche, que inevitablemente
terminará consolidando y recuperando ese interesante patrimonio común de Aspe y
Elche o las obras de encauzamiento del Tarafa entre las que se inserta La Canal de Hierro y que en
general cuenta con su participación directa y esencial con resultados que a la vista me parecen notables.
Podría añadir algunas cosas que me interesan
especialmente, como la lucha por el control de las aguas, históricamente
atribuidas a Elche pero que no obstante terminarán siendo para uso de los
aspenses en un proceso no exento de interés histórico, o las argucias
jurídicas para conseguir concesiones a favor de la minería del agua, etc., pero
como no quiero aburrir al sufrido espectador, sin más prolegómenos aquí va la primera entrega:
LA
CANAL DE HIERRO
Las
sociedades mineras y la extensión del regadío en Aspe a finales del siglo XIX
FELIPE MEJÍAS LÓPEZ
U
|
na localidad
como Aspe, tan ligada desde siempre a los usos tradicionales del agua, ha
generado a lo largo de su historia un patrimonio hidráulico verdaderamente
notable que hay que relacionar con la búsqueda, canalización y aprovechamiento
de sus recursos hídricos.
Esta riqueza patrimonial aparece
diseminada por multitud de lugares de nuestro término en forma de aljibes y balsas,
fuentes, abrevaderos para el ganado, norias y pozos, pequeñas presas y azudes o
rafas, molinos harineros y una extensa red de acequias que, en ocasiones, debe
salvar barrancos y ramblas mediante el levantamiento de acueductos. Factores
como la cotidianeidad de su uso, necesario y continuado hasta hace bien poco, y
la presencia cercana, casi familiar, de estos elementos patrimoniales,
constituyeron sus principales valedores en lo referente a su conservación y
mantenimiento. Pero paradójicamente, con la casi total desaparición de los
sistemas tradicionales de producción, también están abocándolos a marchas
forzadas hacia su abandono y destrucción[1].
La importancia antropológica de estas
arquitecturas del agua –y en algunos casos su significación y calidad
artística- no son en absoluto desdeñables. Numerosos estudios al respecto se
han venido ocupando de ello en los últimos años[2].
Sin embargo, pese a la publicación de muchos de ellos, no se han tomado medidas
significativas encaminadas a la conservación de estos valores patrimoniales.
Pero centremos el asunto que nos ha traído
hasta aquí, la puesta en valor de una obra de ingeniería hidráulica a la que
podría considerarse sin ningún género de dudas (ni complejos) como la obra de
arte más vanguardista[3]
y singular, pero también desconocida y maltratada, de cuantas existen en Aspe:
el acueducto conocido popularmente como La Canal de Hierro.
Aunque antes habrá que detallar ciertos
aspectos que explican el porqué de su construcción.
ANTECEDENTES
HISTÓRICOS: LAS SOCIEDADES MINERAS Y LAS PERFORACIONES SUBTERRÁNEAS EN BUSCA DE
AGUA EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL S. XIX
La lectura exhaustiva
de los libros de actas de plenos municipales que abarcan los años 1878 a 1899 no ha ofrecido ninguna referencia concreta acerca del
encargo de construcción de un acueducto metálico por parte del consistorio
aspense. No obstante, los plenos abundan en deliberaciones y noticias
referentes a la regulación de lo que se estaba configurando como una actividad
novedosa[4]
no exenta de lagunas legales y conflictos jurisdiccionales: la minería del
agua.
Tradicionalmente, la
reglamentación de los usos del agua en Aspe había estado en manos del consejo
municipal, hasta que en 1793 se constituye la Junta de Aguas como organismo
autónomo encargado de dicha gestión (Martínez Español, 2006). La difícil
coyuntura local experimentada a lo largo del siglo XIX, con cíclicas crisis de
subsistencia agravadas por los reiterados episodios de sequía, debió impulsar a
los principales contribuyentes de la villa, casi todos ellos propietarios de
tierras, cosecheros y profesionales liberales, miembros en su mayoría de esta
Junta, hacia la búsqueda del agua necesaria para el mantenimiento y extensión
de sus cultivos.
Acción de |
comenzaron a constituirse en Aspe diferentes sociedades mineras
con la única finalidad de extraer agua del subsuelo. Esta actividad, por lo que
trasciende de la documentación conservada en el Archivo Municipal, estuvo por
tanto inspirada y dirigida en casi todo momento por la iniciativa privada,
aunque la extracción social de sus promotores los incluyera casi de continuo en
el engranaje político municipal.
Durante estos años
veremos cómo se suceden los registros de minas, casi todas ellas ubicadas en un
área que podría establecerse grosso modo dentro de una circunferencia
imaginaria de unos 1.000 metros de
diámetro, cuyo centro sería el paraje de La Columna. Allí se establece la mina Trinidad[5],
citada en 1879 junto al camino de Hondón (con sus ampliaciones El Descuido[6]
y Pitágoras[7]);
Humildad-Paciencia, y Concepción[8]; La
Unión (fundada en diciembre de 1871); La Alianza , etc., todas ellas de propiedad
compartida y complejo seguimiento societario, ya que, a las frecuentes
ampliaciones y establecimiento de canales de conexión entre ellas, hay que
añadir las constantes transmisiones de derechos y cruces de títulos de
propiedad entre sus socios.
En esa
zona, junto al paraje conocido como el Charco de Claudio, en lo que debió ser un
afloramiento de agua, se encontraba la mina de la acequia del Aljau[9],
alimentada más adelante por la mina Carril,
que a su vez era propiedad de la sociedad minera La Unión. Fuera de esta área se documentan prospecciones en la Alcaná o en la zona de los Cipreses, desde donde el propietario de la
mina La Lealtad , el valenciano Jaime Feliu y Godoy, solicita en 1883 permiso para
dirigir los sobrantes de su pozo a la mina de La Nía[10].
También en Uchel, junto a la Fuente del Hermano,
se establece la sociedad minera ilicitana La Redención ,
aunque en agosto de 1879 debe interrumpir sus trabajos en la mina La Esperanza
porque su actividad ha disminuido notablemente el caudal de la fuente próxima[11].
“…opina que la expresada merma notable del caudal de
aguas de las fuentes públicas de Aspe y de las de riego de la acequia del
Fauquí proviene y es debida a las labores egecutadas (sic) en las referidas minas ‘Descuido’ y
‘Trinidad’ efecto de que con tales labores se ha cortado unos veinte o treinta
metros por encima del Salto del Chorrador de la rambla, grande extensión del
manto de pedrusco o grava por donde discurren las aguas que vienen alimentando
de inmemorial las fuentes públicas de Aspe y la acequia del Fauquí, siendo de
parecer además que a medida que continúen avanzando en el corte transversal de
dicho manto de terreno permeable las labores de las mencionadas minas, las
aguas aumentarán en ellas tanto como disminuirán de las fuentes y acequias
precitadas”[12].
Hacía
tiempo que las juntas de las acequias Fauquí, Mayor y Aljau vigilaban muy de
cerca los posibles perjuicios que podía ocasionarles la perforación de pozos.
Prueba de ello es el escrito firmado por varios de sus miembros el 7 de enero
de 1884, donde se deja entrever el subterfugio legal empleado por las
concesiones mineras para conseguir la extracción de agua:
“Que a favor de concesiones mineras de hierro y lignito, metales de
los que no se ve ni aun señal en el término de esta villa, se están haciendo en
el mismo escavaciones (sic) ó labores, que no tienen mas objeto que el de un alumbramiento de agua
de riego, con manifiesto perjuicio de las acequias que fertilizan esta huerta,
y del manantial que abastece las fuentes de esta población, que abundantes con
anterioridad a esas escavaciones (sic), hoy escasean, y de continuar tales obras es muy de temer que
desaparezcan, produciendose en el vecindario un gran conflicto.
La apatía ó indiferencia del Ayuntamiento en un
asunto de tanta trascendencia sería sumamente reprobable, y si hasta ahora no
ha practicado gestion alguna, que se sepa, no puede atribuirse mas que a las circunstancias
especiales en que se ha encontrado; pero las cosas no pueden ya continuar de
ese modo, y toda vez que la Ley de Aguas vigente, conforme en esto con la
anterior, dispone, en su arto 23, que en casos como el de que se
trata, podrá el Alcalde y deberá, á excitación del Ayuntamiento, mandar
suspender las obras = Suplican al mismo se sirva tomar en consideración lo que
se deja expuesto y acordar en su virtud dicha excitación. Asi lo esperan de su
buen celo y notoria rectitud. Aspe 7 de enero de 1884” [13].
Finalmente se determinó
la suspensión de los trabajos de la mina en marzo de 1884[14].
En cualquier caso, la
actividad de estas minas no cesó. Por el contrario, en reiteradas ocasiones
hubo que servirse de ellas para garantizar el abastecimiento de aguas a las
fuentes públicas, bien en circunstancias excepcionales, como durante la
epidemia de cólera de 1884-1885, bien durante períodos de extrema sequía como
el del verano de 1898. Otras veces se llegó a acuerdos con las juntas de riegos
de las tres acequias principales para beneficiar sus caudales cuando estos
escaseaban.
En la última década del
siglo comienzan a aparecer noticias acerca de la sociedad minera La Alianza. Ignoramos si nace como fusión de otras anteriores[15]
o es de nueva creación, pero sus nombres, junto a los de Humildad-Paciencia y Concepción
y La Nía[16],
acaparan la mayor parte de las decisiones que durante estos años se toman en lo referente a asuntos de aguas
desde el Ayuntamiento. Las dos primeras solicitan a partir de 1890 permisos
para atravesar con alcantarillas, canales y acueductos diferentes caminos,
tierras comunales y accidentes del terreno. En ocasiones se adjuntan planos y
memorias detalladas de las actuaciones a realizar[17].
Pero para la cuestión que nos ocupa destacan la longitud y trazado de la
acequia de La Alianza :
“…que se le conceda autorización para cruzar con un
cauce ó acequia los caminos vecinales y rurales del cementerio, de las Fuentes,
viejo de Elche, de los Cipreses, senda de Upanel y la vereda de las Peñicas
blancas”[18].
Nos interesa destacar
este documento porque alude sin ninguna duda a la construcción de la acequia
que iba a regar el paraje de la Nía, y según las dos únicas noticias conocidas
hasta ahora acerca de la Canal de Hierro,
esta se construyo para dar paso a las aguas que regaban este lugar:
“En
el año 1892 se puso la canal de Hierro con gran satisfacción de los
propietarios de la Nía. Aquella tarde se tiraron cohetes y globos aerostáticos
sumando con esta ampliación en total 1.081 hectáreas
de regadío (…)”[19].
y también:
“(…) por el año 91 al 92 se puso la canal de
hierro para regar la Nía, con lo que aumentó la zona de riego en unas 700 hectáreas .[20]”
Estribo norte, levantado en cantería arenisca |
La confirmación de que
el agua llegó de manera continuada a la Nía aparece reflejada en actas
municipales de años sucesivos, con constantes menciones a riegos por medio de La Alianza
–también conocida como acequia de la Carrasca- en parcelas próximas a la calle
de Alicante[22]
(actual Santa Faz), calle Cervantes[23],
senda de Upanel-Peñas Blancas[24]
(hoy avenida Carlos Soria) y a obras de canalización en el camino de los
Molinos (actual carretera de Alicante)[25].
A finales de siglo
estaba muy arraigada en Aspe la certeza –y así consta por escrito en la
documentación de la época- de que los regadíos se habían asegurado y extendido
hasta límites apenas sospechados unos años antes gracias a la actividad de las
sociedades mineras, y muy especialmente a
La Alianza. Esta sensación era si
cabe más palpable al haberse garantizado el agua potable para consumo de la
población.
Enlace del canal con el estribo sur, levantado de mampostería y reforzado con pequeños contrafuertes
Vista a media distancia. Se aprecia parte de la celosía Warren con un montante vertical (y el avanzado estado de oxidación) |
Son años en los que comienzan a llegar por fin al ámbito local los
avances técnicos del siglo: se instala en Aspe una estación telegráfica en
1891, tras la primera solicitud efectuada en 1888; Luís Gumiel funda en 1895 la Sociedad Eléctrica El Vinalopó
consiguiéndose la iluminación con luz eléctrica de todo el pueblo a partir de
1896; se utiliza el hierro como nuevo material de connotaciones higienistas
para la total renovación de la conducción de aguas potables a las fuentes
públicas en 1894[26];
el vapor se emplea como fuerza de propulsión para máquinas en las industrias[27]
y, lo que es más importante para el asunto que nos ocupa, en bombas para la
elevación de aguas subterráneas, que comienzan a funcionar en el campo gracias
en buena medida a la Exposición Industrial de 1888
(Aguilar Civera, 2005: 57).
A este espíritu
emprendedor, de innovación y progreso, alentado por la iniciativa privada de la
burguesía local que conforma el accionariado de las sociedades mineras,
responde la construcción de un acueducto metálico para salvar la rambla del río
Tarafa en el paraje de la Carrasca[28].
[1] Resulta muy triste comprobar, sólo por citar algunos ejemplos, la
ruina casi total de los molinos en Quincoces y el área del Castillo del Río; la
desaparición del molino de Mindán en el Tarafa; la destrucción de las norias de
la Casa León y Uchel; el
abandono a su suerte de la conducción de aguas con sus acueductos entre Aspe y
Elche, o el penoso estado de conservación del castillete del Puente de Hierro.
Diferentes circunstancias -algunas irremediables, otras de compleja solución-
que no entraremos aquí a analizar, los han llevado a su actual situación.
Inexplicables, patéticas y casi surrealistas (por lo evitables y por su
consideración como “mejora”) resultan sin embargo actuaciones efectuadas bajo
el amparo -o ante la inacción y desidia, tanto da- de las diferentes
administraciones, como los soterramientos de la Rafa del Hondo de las Fuentes, la Rafa de Percebal, y la Canal de Hierro, en
una clara falta de sensibilidad y respeto por el patrimonio local que no es
sino el reflejo de la miopía cultural que para la gestión de estos asuntos
afecta a nuestros gobernantes.
[2] No se puede tratar este asunto sin destacar el magnífico trabajo
de catalogación y difusión de estos bienes culturales llevado a cabo desde los
años ochenta por José María Cremades Caparrós y Francisco Pedro Sala Trigueros.
Verdaderos pioneros de los estudios etnológicos aspenses, gracias a ellos se
conservará al menos una memoria gráfica y científica de todo lo que ya ha
desaparecido, que es mucho, y de lo que está en trance de desaparecer, que es
casi todo.
[3] Dicho esto desde la perspectiva y enfoque del momento en que fue
construida.
[4] Por los medios utilizados, no por el fin perseguido. La endémica
falta de agua en nuestras tierras obligaba desde siglos atrás a una constante
lucha por el aprovechamiento de los recursos hídricos, con la construcción de
rafas y el aprovechamiento de los afloramientos naturales de agua existentes en
nuestro término.
[5] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1878-1880, sesión de 14 de
diciembre de 1879.
[6] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1881-1883, sesión de 24 de
diciembre de 1882.
[7] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1884-1885, sesión de 22 de
marzo de 1884.
[8] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1889, sesión de 21 de julio.
Registrada originalmente como “Sociedad mina de lignito Concepción”, al parecer
agrupaba estas tres minas.
[9] La ubicación exacta de la bocamina aparece citada en el acta del
pleno de 27 de agosto de 1882, a raíz de
ciertas obras de mejora y ampliación de sus galerías en el entorno de La Columna.
[10] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1881-1883, sesión de 31 de
julio de 1883.
[11] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1878-1880, sesión de 17 de
agosto de 1879.
[12] AHMA, Libro de Actas Municipales de1884-1885, sesión de 22 de
marzo de 1884, donde se recoge el informe del perito, evacuado el 22 de agosto
de 1883.
[13] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 24 de febrero de
1884. Es apreciable cierto recelo por parte de los firmantes ante la posible
dejación de funciones por parte de la municipalidad, algo por otra parte
entendible si pensamos que algunos de sus miembros pudieron estar de alguna
manera relacionados con dichas sociedades mineras.
[14] Este asunto aparece recogido por Manuel Cremades (1966a: 179-180)
quien incide en las rivalidades políticas locales para explicar el cierre de la
mina Trinidad. No obstante, tras la
firma de una concordia entre las diferentes sociedades y el Ayuntamiento, se
procedió a levantar la prohibición en abril de 1888.
[15] Su asesor legal, Ceferino Sánchez Almodóvar, había sido uno de
los socios de La Trinidad.
[16] Citada por primera vez en septiembre de 1891 para el reparo de
una acequia del Aljau en el camino de La Coca. Vid. AHMA, Libro de Actas Municipales de 1891-1892, sesión de 8 de
septiembre.
[17] Tal es el caso de las sociedades Humildad-Paciencia y
Concepción con su solicitud de acueducto con derecho de servidumbre
perpetua al atravesar tierras de propiedad municipal. La resolución del
expediente acaba correspondiendo al gobernador civil. Vid. AHMA, Libro de Actas
Municipales de 1890, sesión de 1 de junio de 1890.
[18] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 23 de julio de 1893.
En la sesión de 6 agosto siguiente se explica con detalle la amplitud y calidad
de las obras a realizar por parte de La Alianza.
[19] M. CREMADES (1996b:355).
[20] M. CREMADES (1966a: 180).
[21] Agradezco a Antonio Cañizares Orts su precisa información acerca
del aspecto original del acueducto del Barranco y la galería de La Alianza a su
paso por el barrio del Caminico de Elche.
[22] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 1 de octubre de 1895.
[23] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 19 de abril de 1898.
[24] AHMA, Libro de Actas municipales, sesión de 27 de junio de 1899.
[25] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 19 de mayo de 1895.
[26] La obra, en la que se invirtieron 14.804 pesetas (una cantidad
considerable para la época), fue proyectada por el agrimensor José Cremades
Cerdán. La tubería se había encargado a la empresa barcelonesa de Alejo Soujol
Manité, transportándose hasta Aspe por ferrocarril y barco.
[27] En 1898 la fábrica de muebles Hijos
de Manuel Almodóvar había instalado en el patio de la empresa una máquina
de vapor con caldera de 20 caballos, perforándose in situ un pozo para su
abastecimiento. El agua apareció a 17 metros de profundidad.
[28] Iniciativas similares se advierten en los mismos años en empresas
mineras andaluzas, promoviendo tendidos de puentes ferroviarios, lavaderos de
mineral, pasarelas y tinglados portuarios, todo ello utilizando el hierro como
material constructivo.
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