martes, 24 de junio de 2014

LA CANAL HIERRO (y 3): Anexos

Terminada la publicación del artículo sobre la Canal de Hierro, hay información adicional de interés en relación a la formación del proyecto, la ejecución y algunos elementos producto de la investigación del autor que tras la publicación del artículo se añadieron en los paneles informativos incluidos junto a La Canal en la ruta del Tarafa. Queda también comparar el antes y el después de la intervención; así que por partes:
En primer lugar, la autoría y financiación del proyecto de intervención en el cauce vino de la mano del Ministerio de Fomento y la Confederación Hidrográfica del Jucar usando los fondos FEDER. La empresa que llevó a efecto la valoración y el seguimiento en su ámbito fue ARPA, especializada en arqueología, restauración y rehabilitación patrimonial. A Felipe Mejías López le tocó la supervisión mediante visitas cada cierto tiempo y a petición, aunque no siempre se atendieron sus indicaciones. Como ejemplo positivo la restauración parcial del la Canal, inicialmente no prevista. En cualquier caso a la vista de los resultados la valoración global es positiva.  
A continuación un muestrario comparativo de fotografías de Felipe Mejías.












PANEL INFORMATIVO


LA CANAL DE HIERRO
D
urante el último tercio del siglo XIX el campo aspense aumentó de manera notable la superficie de sus tierras de regadío. Ello se debió a la iniciativa de los principales propietarios de tierras de la localidad, agrupados en torno a la Junta de Aguas, quienes promovieron mediante la perforación de galerías y pozos la búsqueda de nuevos caudales de agua para alimentar sus acequias. La mayor parte de esta actividad se dio en la zona comprendida entre el paraje de las Fuentes y los primeros kilómetros del Camino Viejo de Hondón. Inmediatamente se constituyeron sociedades mineras que otorgaron a sus accionistas títulos de propiedad equivalentes a horas de agua y se aceleró la construcción de la red de acequias, sifones y galerías subterráneas necesaria para llevar los nuevos caudales a más tierras del término.

Una de estas sociedades, registrada con los nombres de Humildad-Paciencia y Concepción -más tarde refundada como La Alianza- decidió en 1889 canalizar las aguas de sus pozos en el camino de Hondón hasta las tierras de la Nía, actualmente ocupadas por los barrios del Caminico de Elche, Vistahermosa, la Coca y Prosperidad, en el extremo meridional y suroriental del casco urbano de Aspe, y que en aquellos años eran de secano. Así nacería la acequia de la Carrasca.

Para salvar el importante escollo que planteaba al trazado de la nueva acequia el cauce del río Tarafa, conocido en este punto como rambla del Tolomó, se hizo inevitable la rápida construcción de un acueducto. Los accionistas se inclinaron por la elección del hierro como su principal material constructivo, dada su versatilidad, ligereza y coste ajustado. Eran los años de esplendor de lo que se ha dado en llamar la Arquitectura del Hierro; de hecho, uno de sus iconos, la Torre Eiffel, se acababa de inaugurar ese mismo año. El desarrollo de la industria siderúrgica estaba proporcionando a arquitectos e ingenieros soluciones estructurales muy eficaces e innovadoras. Este acueducto es uno de los primeros ejemplos en los valles del Vinalopó, si bien a pequeña escala, de lo que podía lograrse aplicando el uso de este metal a la ingeniería hidráulica. Similar a este, aunque ya de principios del siglo XX, es el levantado sobre la rambla de Puça en Petrer.
La fundición y montaje posterior de la estructura sobre el terreno corrió a cargo de la factoría valenciana Viuda de Guillermo Bartle[1], especializada en el ensamblaje y reparación de puentes, y entre cuyos encargos figuraban las armaduras metálicas de las cubiertas de los seminarios de Valencia y Toledo, o las de la Fábrica de Tabacos, el Palacio de Ripalda y el nuevo matadero, también en la capital valenciana. La empresa desplazó para la ocasión a una cuadrilla de operarios especializados con sus propias herramientas, quienes instalaron el canal durante la primera quincena del mes de noviembre de 1890. Los trabajos fueron supervisados por Buenaventura Bachiller, ingeniero de montes y jefe del Distrito Forestal de Alicante, que había sido comisionado con anterioridad por la sociedad minera para el levantamiento de los planos de toda la conducción. El coste total de la obra ascendió a 4.336 pesetas, quedando finalizada el 17 de noviembre de ese mismo año, a falta de unos tirantes metálicos que se le aplicaron algunos días después. Durante el acto inaugural se dispararon cohetes y se soltaron globos aerostáticos.

La estructura de hierro forjado del canal, de 27 metros de longitud, responde al esquema de celosía plana tipo Warren modificado, atirantada con montantes verticales y pendolón central. Se apoya sobre dos finas columnas de hierro colado de 4 metros de altura rematadas en sencillos capiteles a modo de basa invertida. La transmisión de pesos de todo el conjunto acaba recayendo sobre pilas de cantería arenisca de unos tres metros de altura y sección pentagonal, con tajamares enfrentados a la corriente. En los extremos se dispusieron sendos estribos de mampostería, destacando el refuerzo mediante sillería escuadrada del situado en el lado norte. La construcción en 1994 de un pequeño puente inmediato supuso la ocultación en su interior de buena parte de los apoyos del acueducto.

[1] El autor desea dejar constancia aquí, ya que en el panel no tocaba, que los últimos datos los proporcionó generosamente el cronista aspense Gonzalo Martínez Español.
Vista de la Canal de Hierro después de su restauración