jueves, 29 de mayo de 2014

LA CANAL DE HIERRO DE FELIPE MEJÍAS LÓPEZ, segunda parte


Con esta segunda entrega termina la publicación del artículo de Felipe Mejías tal cual se publicó en la revista La Serranica, excepto algunos detalles que considero menores, como el aligeramiento de fotografías. Para quien desee consultar la versión impresa, aquí va la cita: 
La canal de hierro. Las sociedades mineras y la extensión del regadío en Aspe a finales del siglo XIX / FELIPE MEJíAS LÓPEZ, en  La Serranica  nº 48, pp. 151-159. Aspe : Ayuntamiento, 2008.

Dado que posteriormente el propio autor pudo precisar algunos extremos enunciados en el artículo, alguno de los cuales incluyó en los comentarios y pies de foto de los paneles informativos, habrá una tercera parte incluyéndolos con una comparativa fotográfica que evidencia los trabajos de restauración y reintegración efectuados. 
En la foto de arriba puede verse una vista desde el Este de la Canal antes de su soterramiento. Se aprecia parte de la cimentación de las pilas. Como afirma más abajo en relación al soterramiento, una "desafortunada intervención que alteró de manera sustancial el aspecto de la canal al sepultar sus pilas, que permanecen ahora totalmente ocultas, acercando al suelo lo que antes se elevaba a unos 8 metros del lecho de la rambla. Se destruyó de esta manera  no sólo su integración paisajística, sino también su categoría artística al desvirtuarse ostensiblemente su ligereza visual y lo grácil, diáfano y armonioso de sus volúmenes".

ARQUITECTURA DEL HIERRO E INGENIERÍA HIDRÁULICA
El éxito de estas prospecciones iba a tener una consecuencia directa: la rápida extensión de la red de acequias y canalizaciones. Los sistemas constructivos tradicionales eran válidos para una empresa de esta naturaleza, pero adolecían de unos métodos de muy lenta ejecución cuando de lo que se trataba era de construir un acueducto que había de salvar una altura considerable. Hacía apenas cincuenta años que se había levantado muy cerca el acueducto del Hondo de las Fuentes[1], pero su concepto estructural ya no era válido para este caso: resultaría demasiado caro, de construcción demasiado lenta, y demasiado expuesto a daños por avenidas en un cauce estrecho y profundo. La urgente necesidad de canalizar los nuevos caudales alumbrados atravesando con un puente la rambla del Tarafa imponía una construcción rápida y a ser posible barata. Y con estos condicionantes era el hierro el material idóneo para ganarse la adjudicación: fabricación de piezas en serie y a medida, de fácil transporte y montaje, adaptable a cualquier forma y función, con posibilidad de salvar luces mayores que la piedra o el ladrillo sin necesidad de trazar arquerías, y a un coste razonable. Así debieron entenderlo sus promotores al adoptar una solución tan novedosa, sólo tres años después de que la Exposición Universal de París y su Torre Eiffel consagraran definitivamente el hierro como material constructivo[2].

Diferente     
Detalle del capitel de fundición de una de las pilas.
     Lamentablemente no se ha podido localizar la documentación que a buen seguro generaron el estudio del proyecto y su posterior construcción, por lo que desconocemos qué empresa se adjudicó el encargo y quiénes fueron –y en qué términos- los encargados de llevarlo a cabo[3]. No sería descabellado pensar en La Maquinista Terrestre y Marítima, empresa barcelonesa cuya actividad en el sector de la metalurgia casi acaparaba el mercado nacional; entre 1868 y 1900 había fabricado y montado en su lugar de destino más de 400 puentes, pontones, pasarelas y acueductos metálicos. Es importante saber que tanto la fabricación como el montaje de estos elementos arquitectónicos se supervisaba íntegramente por ingenieros que la propia compañía desplazaba a las obras. De manera similar actuaban otras compañías activas en el territorio nacional, como la francesa de Eiffel o la belga de La Louvière, esta última encargada en 1885 de la fundición de las cerchas tipo Polonceau de la estación de tren de Benalúa, en Alicante. También podría apuntarse, por razones de proximidad, a La Maquinista Valenciana, fundada en 1880. Todas ellas incluían como parte de su política empresarial la difusión de sus productos mediante catálogos, algo novedoso y de importancia capital, pues ponía a disposición del interesado toda la oferta de productos disponibles de una manera fácil y rápida (Aguilar Civera, 1998: 115-122).
     En cualquier caso resulta evidente la imposibilidad de que una obra de estas características pudiera llevarse a cabo por herreros locales o de pueblos cercanos. En esos años no existía en nuestra provincia una industria metalúrgica capaz de fundir y mecanizar puentes con semejantes volúmenes de hierro; necesariamente hubo que buscarlos fuera de ese ámbito.
 Primer plano de una pletina roblonada

Abrazadera con su fijación a la viga. Adviértase los daños provocados por el óxido.
     En lo concerniente al propio acueducto, este se encuentra ubicado a los 38º19’51’’N y a los 0º47’15’’W, cruzando la rambla del río Tarafa, a unos 300 metros al norte de la carretera que conduce a Hondón de las Nieves. Su finalidad era la de asegurar el trayecto de la acequia que discurre por el lado oeste del camino Ainach hacia el camino de la Carrasca. A principios de los años noventa del pasado siglo se habilitó mediante una alcantarilla la comunicación entre ambos caminos, colmatando el lecho de la rambla con un doble talud de tierra. Desgraciadamente, esta desafortunada intervención alteró de manera sustancial el aspecto de la canal al sepultar sus pilas, que permanecen ahora totalmente ocultas, acercando al suelo lo que antes se elevaba a unos 8 metros del lecho de la rambla. Se destruyó de esta manera  no sólo su integración paisajística, sino también su categoría artística al desvirtuarse ostensiblemente su ligereza visual y lo grácil, diáfano y armonioso de sus volúmenes[4].
     No obstante, podemos conocer su aspecto original gracias a fotografías anteriores a su soterramiento. Está dispuesto con un eje ligeramente oblicuo respecto del cauce, sobre el que se levantan dos pilas centrales de unos 3 metros de altura, formadas por 5 sillares de arenisca de sección pentagonal a modo de tajamares orientados frente a la corriente. Sobre las pilas se disponen dos columnas de hierro colado de unos 4 metros de altura y 20 centímetros de diámetro, de aparente sección circular pero con un ligero éntasis de tendencia cónica que puede establecerse en torno a 1 centímetro por cada metro de elevación. Se rematan con capiteles a modo de basa invertida desprovistos de toda decoración. La luz central es de 9,85 metros, y en torno a los 6,50 metros entre las pilas y los estribos laterales, para una longitud total de 26 metros. Hay que destacar que el estribo norte se ha realizado enteramente de sillería, y que se encuentra afianzado por un talud de mampostería, seguramente para reforzar los empujes que pudiera producir el giro de la acequia y la altura del terreno en este punto. Como curiosidad, hay que reseñar que en este punto existe el graffiti 26/1/43 inciso sobre el mortero de enlucido, y de ejecución claramente posterior a este.
Pletina de unión entre dos tramos de viga.
     La estructura metálica soportada por estos apoyos responde fielmente a la tipología de un puente de doble viga discontinua y tablero superior, con cordón inferior triangular y entramado de celosía plana tipo Warren, aunque aquí se introduce la variante de montantes en nudos inferiores y pendolón trapezoidal central. Toda la cercha y sus nudos aparecen roblonados, disponiéndose pernios a modo de tirantes para asegurar el perfecto arriostramiento de la armadura.
     Sobre ella se dispone un canal compuesto por 13 módulos de chapa metálica con sección en U de 2 metros de longitud, 42 centímetros de altura y 64 de anchura exterior. Se ensamblan mediante pletinas roblonadas, que a su vez descansan sobre unas abrazaderas a modo de calzos, levemente ornamentadas al disponer su final como una pequeña voluta. Fuera de este detalle y de los mencionados capiteles, la ausencia de motivos decorativos es absoluta, destacando esta desnudez la supremacía y elegancia de líneas de la estructura.

     Obras similares existen en nuestro entorno, pero todas ellas parecen ser posteriores. En Aspe permaneció en pié hasta octubre de 1982 el conocido como Puente de Hierro, pasarela metálica de 20 metros de luz levantada hacia 1910 bajo la dirección del ingeniero Próspero Lafarga[5] (Martínez Español, 2007: 93-94). Existe un acueducto de parecida inspiración al nuestro, también de hierro, en la Rambla de Puça, en Petrer, pero su construcción también corresponde a los primeros años del siglo XX (Jover Maestre y Pérez Medina, 2007: 50). Así pues, y salvando los puentes metálicos de Elda y Novelda en el trazado ferroviario Madrid-Alicante, levantados en la temprana fecha de 1857, puede reivindicarse a La Canal de Hierro como la primera obra de ingeniería que representa la arquitectura del hierro en las tierras del Vinalopó.
Fita situada en el tramo del canal perteneciente al camino de La Carrasca.
El Puente de Hierro, obra de Próspero Lafarga, poco después de su construcción. Hacia 1910.
*****
Mi más sincero agradecimiento a José María Cremades Caparrós por haberme facilitado las dos fotografías que ilustran el estado del acueducto anterior a su soterramiento. Y también porque en su momento se esforzó para que el adolescente que fui entendiese la importancia de aprender a descubrir y valorar nuestra historia más cercana.
A Nuria García Gil, porque sabe ver como un tesoro lo que otros no verían más que como un viejo papel. Ella ha puesto a mi disposición la acción de la Sociedad Minera La Unión.
A Juan Carlos Ruiz Martínez, por trasladarse hasta 1892 para llevar al lienzo con mano maestra lo que fue un acontecimiento digno de recordar. Le ha dado de nuevo respiración y vida, superando a la fotografía que no pudo ser.
A Pedro Díez Navarro por su paciente ayuda en ciertos cálculos matemáticos referentes a la estructura metálica del canal.
Y a Ginés Martínez Martínez por toda su colaboración, por pisar el terreno, por sus fotografías, por su tiempo y por tantas y tantas cosas que nunca le podré agradecer lo suficiente.

FUENTES

Archivo Histórico Municipal de Aspe (AHMA). Libros de actas de plenos municipales.

BIBLIOGRAFIA

I. AGUILAR CIVERA (1998): Arquitectura industrial. Concepto, método y fuentes. Museu d’Etnologia. Diputación de Valencia.
I. AGUILAR CIVERA, dir. (2005): Cien elementos del paisaje valenciano. Las obras públicas. Conselleria d’Infraestructures i Transport. Generalitat Valenciana.
J. M. CREMADES CAPARROS (1992): “La Rafa de Percebal, La Acequiecica y La Fuente de Barrenas”. Revista La Serranica, nº 40. Aspe, pp. 45-48.
J. M. CREMADES CAPARROS y F. P. SALA TRIGUEROS (1994): “Las Canales. La conducción de agua potable de Aspe a Elche. Siglo XVIII”. Revista La Serranica, nº41. Aspe, pp. 82-88.
J. M. CREMADES CAPARROS y F. P. SALA TRIGUEROS (1998): “Construcciones para el aprovechamiento de las aguas del Tarafa y Vinalopó: molinos y rafas”. Revista La Serranica, nº 43. Aspe, pp. 35-39.
J. M. CREMADES CAPARROS y F. P. SALA TRIGUEROS (2005): “Catálogo de arquitectura rural de Aspe”. En T. PEREZ MEDINA (coord.), El patrimoni històric comarcal. II Congrés d’Estudis del Vinalopó. Centre d’Estudis Locals del Vinalopó. Petrer, pp. 151-180.
M. CREMADES CREMADES (1966a): Aspe, Novelda y Monforte. Imprenta-Papelería Tomás Fernández. Alicante.
M. CREMADES CREMADES (1966b): “Historia de la huerta de Aspe”. Revista La Serranica. Recogido en J. P. ASENCIO CALATAYUD (comp.): Aspe. Antología Documental, p. 355. Instituto de Estudios Alicantinos, Excma. Diputación Provincial. Alicante, 1982.
F. J.  JOVER MAESTRE  y T. V. PEREZ MEDINA (2007): “Petrer, el camí de la rambla de Puça”. En T. PEREZ MEDINA (coord.), Arquitectures tradicionals de l’aigua a les valls del Vinalopó. Centre d’Estudis Locals del Vinalopó. Petrer.
G. MARTINEZ ESPAÑOL. y F. MEJIAS LOPEZ (2005): “La conducción de aguas entre Aspe y Elche (1785-1789). Una manifestación emblemática de la política reformista ilustrada”. En T. PEREZ MEDINA (coord.), El patrimoni històric comarcal. II Congrés d’Estudis del Vinalopó. Centre d’Estudis Locals del Vinalopó. Petrer, pp. 197-224.
G. MARTINEZ ESPAÑOL (2006): “El regadío de Aspe en época moderna. Constitución de la Junta de Regantes en sociedad privada, 1793”. Revista La Serranica, nº 47. Aspe, pp. 140-153.
G. MARTINEZ ESPAÑOL (2007): “Aspe. Acueductos sobre el Río Tarafa”. En T. PEREZ MEDINA (coord.), Arquitectures tradicionals de l’aigua a les valls del Vinalopó. Centre d’Estudis Locals del Vinalopó. Petrer, pp. 85-103.
F. MEJIAS LOPEZ y J. M. CANDELA GUILLEN (1998): “Aproximación a la Historia del Arte en Aspe”. En F. VICEDO SANTONJA (coord.): Aspe. Medio físico y aspectos humanos. Excmo. Ayuntamiento de Aspe, pp. 362-363.
T. V. PEREZ MEDINA (1999): Los molinos de agua en las comarcas del Vinalopó (1500-1840)


[1] Cien años atrás José Gonzálvez de Coniedo había erigido, como parte de un proyecto de mayor enjundia, un magnífico y bello ejemplo de acueducto en el paraje de los Barrancos, pero su inspiración resulta ser la de un arquitecto clásico, un esteta al servicio del reformismo ilustrado. Pueden compararse estas tres obras para entender perfectamente cuánto habían cambiado a lo largo de la centuria los planteamientos artísticos y constructivos.
[2] Se reflejan aquí los conceptos de utilitarismo y racionalidad compositiva que el uso del hierro ofreció a los arquitectos e ingenieros de la segunda mitad del siglo, con su aplicación masiva en la construcción de puentes y viaductos para el tendido ferroviario y con la introducción del hierro como material fundamental para la construcción de todo tipo de estructuras.
[3] En posteriores estudios se intentará profundizar en estos aspectos.
[4] Antes de esta intervención, en una fecha que desconocemos, ya se había sepultado parcialmente la pila sur. Sería deseable que en un futuro no muy lejano se reintegrara a su estado original a la vez que se restauran los daños sufridos a causa del óxido, ya muy avanzados en el canal propiamente dicho.
[5] Proyectista y responsable, entre otras obras, de la construcción del espectacular Viaducto de Canalejas en Alcoy, levantado a partir de 1897, y de la historicista Lonja del Pescado de Alicante. Ignoramos si había iniciado su actividad en 1892, cuando se construye La Canal de Hierro.

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viernes, 23 de mayo de 2014

EL PASEITO RAMIRO, PLAZA DE LA BARONESA DE SATRÚSTEGI EN LOTY


Según se informa en alguna de las webs citadas más abajo el Paseito Ramiro es un caso relativamente frecuente de aquellos espacios urbanos que la gente nombra siempre igual, pese a los reiterados cambios de nombre. Nace a partir del derribo de la Torre del Espolón y las murallas de la zona y enseguida se le atribuye a D. Pedro Ramiro de Espejo, hombre de gran nobleza. En 1882 se aprueba la realización de un jardín, que se dedica al Gobernador Civil D. José Ruiz Corbalán, pese a la denominación popular. El nombre de la baronesa se le da en 1920, por tratarse de una familia que residía en dicha plaza y había fallecido el año anterior destacando por sus obras de caridad. Durante la Segunda República pasará a denominarse Paseo de Federico García Lorca y después de la Guerra Civil la plaza se dedicará a José Antonio Primo de Rivera.
La calle Jorge Juan (que aún conecta con el Paseito) con una vista sesgada del Ayuntamiento. En primer término la imponente rejería de la casa-Palacio de los Condes de Torrellano
La foto que encabeza la entrada nos proporciona una perspectiva angular que incluye el final de dicha calle, los muros de Santa María y una edificación hoy desaparecida, al igual que una vista parcial del jardín romántico del que no queda nada salvo alguna palmera (en la última reforma se trasplantaron dos junto al rectorado de la Universidad de Alicante) y algún ficus.

En esta fotografía destaca el espacio central de la plaza con una fuente sobre base hexagonal remarcada con un círculo de columnas. Al fondo a la derecha se observa una línea de palmeras y una barandilla por lo que deducimos que se trata del espacio que hoy ocupa la Biblioteca Pública del Estado José Martínez Ruíz “Azorín”

Esta fotografía apenas muestra el Paseito, oculto tras la vegetación. El espacio que se ve en primer término corresponde al Paseo de Gómiz, en el que las vías del tren aún tienen mayor protagonismo que la calzada y el propio paseo, de tal forma que estaban delimitadas por dos hileras de palmeras y sus correspondientes vallas, la segunda de las cuales no aparece en la fotografía. También se aprecian la barandilla que antes mencionábamos y las escaleras de acceso al paseo elevado sobre unos muros que hoy sabemos, escondían parte de la muralla del siglo XVI.

Entradas de interés:
Las de AlicanteVivo encuadran perfectamente los avatares del espacio urbano que ahora nos ocupa:

MÁS:


lunes, 19 de mayo de 2014

LA CANAL DE HIERRO, un artículo de Felipe Mejías López

El trabajo que se presenta hoy (dividido en tres partes: una introductoria, la segunda de análisis y la tercera de resultados con paneles informativos) constituye todo un ejemplo de lo que deberían ser la mayoría de artículos de investigación: herramientas para intervenir y cambiar la realidad. Por encima incluso de la inevitable curiosidad por conocer el pasado que caracteriza al investigador local, lo realmente destacable es el vínculo entre la investigación y la tarea de salvaguarda, restauración y restitución de los elementos del patrimonio estudiados, de manera que los resultados son el objetivo final de ese esfuerzo y en consecuencia terminan siendo visibles y constatables, como veremos. A tal efecto y a sugerencia del autor, a las fotografías del artículo original he ido añadiendo las correspondientes a su estado actual proporcionadas por él mismo a fin de apreciar la restauración, restitución y puesta en valor que comentaba. En esa línea Felipe Mejías ya ha dado frutos notables; baste considerar la investigación en curso alrededor de laconducción de aguas del Obispo Tormo a Elche,  que inevitablemente terminará consolidando y recuperando ese interesante patrimonio común de Aspe y Elche o las obras de encauzamiento del Tarafa entre las que se inserta La Canal de Hierro y que en general cuenta con su participación directa y esencial con resultados que a la vista me parecen notables. 

Podría añadir algunas cosas que me interesan especialmente, como la lucha por el control de las aguas, históricamente atribuidas a Elche pero que no obstante terminarán siendo para uso de los aspenses en un proceso no exento de interés histórico, o las argucias jurídicas para conseguir concesiones a favor de la minería del agua, etc., pero como no quiero aburrir al sufrido espectador, sin más prolegómenos aquí va la primera entrega:

LA CANAL DE HIERRO
Las sociedades mineras y la extensión del regadío en Aspe a finales del siglo XIX

FELIPE MEJÍAS LÓPEZ

U
na localidad como Aspe, tan ligada desde siempre a los usos tradicionales del agua, ha generado a lo largo de su historia un patrimonio hidráulico verdaderamente notable que hay que relacionar con la búsqueda, canalización y aprovechamiento de sus recursos hídricos.
     Esta riqueza patrimonial aparece diseminada por multitud de lugares de nuestro término en forma de aljibes y balsas, fuentes, abrevaderos para el ganado, norias y pozos, pequeñas presas y azudes o rafas, molinos harineros y una extensa red de acequias que, en ocasiones, debe salvar barrancos y ramblas mediante el levantamiento de acueductos. Factores como la cotidianeidad de su uso, necesario y continuado hasta hace bien poco, y la presencia cercana, casi familiar, de estos elementos patrimoniales, constituyeron sus principales valedores en lo referente a su conservación y mantenimiento. Pero paradójicamente, con la casi total desaparición de los sistemas tradicionales de producción, también están abocándolos a marchas forzadas hacia su abandono y destrucción[1].
     La importancia antropológica de estas arquitecturas del agua –y en algunos casos su significación y calidad artística- no son en absoluto desdeñables. Numerosos estudios al respecto se han venido ocupando de ello en los últimos años[2]. Sin embargo, pese a la publicación de muchos de ellos, no se han tomado medidas significativas encaminadas a la conservación de estos valores patrimoniales.
     Pero centremos el asunto que nos ha traído hasta aquí, la puesta en valor de una obra de ingeniería hidráulica a la que podría considerarse sin ningún género de dudas (ni complejos) como la obra de arte más vanguardista[3] y singular, pero también desconocida y maltratada, de cuantas existen en Aspe: el acueducto conocido popularmente como La Canal de Hierro.
     Aunque antes habrá que detallar ciertos aspectos que explican el porqué de su construcción.

ANTECEDENTES HISTÓRICOS: LAS SOCIEDADES MINERAS Y LAS PERFORACIONES SUBTERRÁNEAS EN BUSCA DE AGUA EN EL ÚLTIMO TERCIO DEL S. XIX

     La lectura exhaustiva de los libros de actas de plenos municipales que abarcan los años 1878 a 1899 no ha ofrecido ninguna referencia concreta acerca del encargo de construcción de un acueducto metálico por parte del consistorio aspense. No obstante, los plenos abundan en deliberaciones y noticias referentes a la regulación de lo que se estaba configurando como una actividad novedosa[4] no exenta de lagunas legales y conflictos jurisdiccionales: la minería del agua.
     Tradicionalmente, la reglamentación de los usos del agua en Aspe había estado en manos del consejo municipal, hasta que en 1793 se constituye la Junta de Aguas como organismo autónomo encargado de dicha gestión (Martínez Español, 2006). La difícil coyuntura local experimentada a lo largo del siglo XIX, con cíclicas crisis de subsistencia agravadas por los reiterados episodios de sequía, debió impulsar a los principales contribuyentes de la villa, casi todos ellos propietarios de tierras, cosecheros y profesionales liberales, miembros en su mayoría de esta Junta, hacia la búsqueda del agua necesaria para el mantenimiento y extensión de sus cultivos.
    
Acción de la Sociedad Minera La Unión
Al amparo de la Ley de Aguas de 1866 –con su modificación de 1879- y de la Ley de Minas de 1868, y ante las facilidades dadas a los particulares en lo referente a la explotación y propiedad de las nuevas concesiones,
comenzaron a constituirse en Aspe diferentes sociedades mineras con la única finalidad de extraer agua del subsuelo. Esta actividad, por lo que trasciende de la documentación conservada en el Archivo Municipal, estuvo por tanto inspirada y dirigida en casi todo momento por la iniciativa privada, aunque la extracción social de sus promotores los incluyera casi de continuo en el engranaje político municipal.
     Durante estos años veremos cómo se suceden los registros de minas, casi todas ellas ubicadas en un área que podría establecerse grosso modo dentro de una circunferencia imaginaria de unos 1.000 metros de diámetro, cuyo centro sería el paraje de La Columna. Allí se establece la mina Trinidad[5], citada en 1879 junto al camino de Hondón (con sus ampliaciones El Descuido[6] y Pitágoras[7]); Humildad-Paciencia, y Concepción[8]; La Unión (fundada en diciembre de 1871); La Alianza, etc., todas ellas de propiedad compartida y complejo seguimiento societario, ya que, a las frecuentes ampliaciones y establecimiento de canales de conexión entre ellas, hay que añadir las constantes transmisiones de derechos y cruces de títulos de propiedad entre sus socios.      
En esa zona, junto al paraje conocido como el Charco de Claudio, en lo que debió ser un afloramiento de agua, se encontraba la mina de la acequia del Aljau[9], alimentada más adelante por la mina Carril, que a su vez era propiedad de la sociedad minera La Unión. Fuera de esta área se documentan prospecciones en la Alcaná o en la zona de los Cipreses, desde donde el propietario de la mina La Lealtad, el valenciano Jaime Feliu y Godoy, solicita en 1883 permiso para dirigir los sobrantes de su pozo a la mina de La Nía[10]. También en Uchel, junto a la Fuente del Hermano, se establece la sociedad minera ilicitana La Redención, aunque en agosto de 1879 debe interrumpir sus trabajos en la mina La Esperanza porque su actividad ha disminuido notablemente el caudal de la fuente próxima[11].
la Canal de Hierro antes de su soterramiento. Se aprecia parte de la cimentación de las pilas.
     Problemas similares se plantearon en años sucesivos. En el verano de 1883 ya se advierte una sensible disminución en el caudal de la mina del Aljau, al parecer debido a los trabajos de ampliación efectuados en las minas de La Trinidad. La situación se agravó unos meses después cuando también se vieron afectados los aforos de las acequias Mayor y Fauquí, la surgencia de la mina Carril y el manantial que alimentaba la conducción de aguas para las fuentes públicas, ubicado en el Hondo de las Fuentes. La denuncia presentada por las juntas de regantes ocasionó la apertura de una investigación por parte del Ayuntamiento. Tras el reconocimiento efectuado sobre el terreno por el perito municipal, Manuel García Cerdán, este emitió un informe detallado de la situación:
“…opina que la expresada merma notable del caudal de aguas de las fuentes públicas de Aspe y de las de riego de la acequia del Fauquí proviene y es debida a las labores egecutadas (sic) en las referidas minas ‘Descuido’ y ‘Trinidad’ efecto de que con tales labores se ha cortado unos veinte o treinta metros por encima del Salto del Chorrador de la rambla, grande extensión del manto de pedrusco o grava por donde discurren las aguas que vienen alimentando de inmemorial las fuentes públicas de Aspe y la acequia del Fauquí, siendo de parecer además que a medida que continúen avanzando en el corte transversal de dicho manto de terreno permeable las labores de las mencionadas minas, las aguas aumentarán en ellas tanto como disminuirán de las fuentes y acequias precitadas[12].

     Hacía tiempo que las juntas de las acequias Fauquí, Mayor y Aljau vigilaban muy de cerca los posibles perjuicios que podía ocasionarles la perforación de pozos. Prueba de ello es el escrito firmado por varios de sus miembros el 7 de enero de 1884, donde se deja entrever el subterfugio legal empleado por las concesiones mineras para conseguir la extracción de agua:

Que a favor de concesiones mineras de hierro y lignito, metales de los que no se ve ni aun señal en el término de esta villa, se están haciendo en el mismo escavaciones (sic) ó labores, que no tienen mas objeto que el de un alumbramiento de agua de riego, con manifiesto perjuicio de las acequias que fertilizan esta huerta, y del manantial que abastece las fuentes de esta población, que abundantes con anterioridad a esas escavaciones (sic), hoy escasean, y de continuar tales obras es muy de temer que desaparezcan, produciendose en el vecindario un gran conflicto.
La apatía ó indiferencia del Ayuntamiento en un asunto de tanta trascendencia sería sumamente reprobable, y si hasta ahora no ha practicado gestion alguna, que se sepa, no puede atribuirse mas que a las circunstancias especiales en que se ha encontrado; pero las cosas no pueden ya continuar de ese modo, y toda vez que la Ley de Aguas vigente, conforme en esto con la anterior, dispone, en su arto 23, que en casos como el de que se trata, podrá el Alcalde y deberá, á excitación del Ayuntamiento, mandar suspender las obras = Suplican al mismo se sirva tomar en consideración lo que se deja expuesto y acordar en su virtud dicha excitación. Asi lo esperan de su buen celo y notoria rectitud. Aspe 7 de enero de 1884[13].

     Finalmente se determinó la suspensión de los trabajos de la mina en marzo de 1884[14].
     En cualquier caso, la actividad de estas minas no cesó. Por el contrario, en reiteradas ocasiones hubo que servirse de ellas para garantizar el abastecimiento de aguas a las fuentes públicas, bien en circunstancias excepcionales, como durante la epidemia de cólera de 1884-1885, bien durante períodos de extrema sequía como el del verano de 1898. Otras veces se llegó a acuerdos con las juntas de riegos de las tres acequias principales para beneficiar sus caudales cuando estos escaseaban.
     En la última década del siglo comienzan a aparecer noticias acerca de la sociedad minera La Alianza. Ignoramos si nace como fusión de otras anteriores[15] o es de nueva creación, pero sus nombres, junto a los de Humildad-Paciencia y Concepción y La Nía[16], acaparan la mayor parte de las decisiones que durante estos años se  toman en lo referente a asuntos de aguas desde el Ayuntamiento. Las dos primeras solicitan a partir de 1890 permisos para atravesar con alcantarillas, canales y acueductos diferentes caminos, tierras comunales y accidentes del terreno. En ocasiones se adjuntan planos y memorias detalladas de las actuaciones a realizar[17]. Pero para la cuestión que nos ocupa destacan la longitud y trazado de la acequia de La Alianza:

“…que se le conceda autorización para cruzar con un cauce ó acequia los caminos vecinales y rurales del cementerio, de las Fuentes, viejo de Elche, de los Cipreses, senda de Upanel y la vereda de las Peñicas blancas[18].

     Nos interesa destacar este documento porque alude sin ninguna duda a la construcción de la acequia que iba a regar el paraje de la Nía, y según las dos únicas noticias conocidas hasta ahora acerca de la Canal de Hierro, esta se construyo para dar paso a las aguas que regaban este lugar:

 “En el año 1892 se puso la canal de Hierro con gran satisfacción de los propietarios de la Nía. Aquella tarde se tiraron cohetes y globos aerostáticos sumando con esta ampliación en total 1.081 hectáreas de regadío (…)”[19].

y también:

“(…) por el año 91 al 92 se puso la canal de hierro para regar la Nía, con lo que aumentó la zona de riego en unas 700 hectáreas.[20]
Estribo norte, levantado en cantería arenisca
     Parte del trazado de esta acequia atravesaba mediante una galería subterránea abovedada y transitable el terreno existente entre las actuales calles Hernán Cortés y Actor Antonio Prieto. Su construcción está documentada en el pleno municipal de 4 de febrero de 1894, donde el secretario de la Sociedad, Francisco Gras Bernal, solicita del Ayuntamiento “(…) autorización para abrir un pozo ó lumbrera en los ensanches del camino denominado Cipreses que sirva para la estracción (sic) de las tierras de una galeria que se construye para el paso de las aguas.” Desde allí se dirigía hacia el Barranco, donde se dispuso atravesándolo un acueducto levantado sobre pies derechos formados por sillares de mármol rojo sin desbastar[21].
     La confirmación de que el agua llegó de manera continuada a la Nía aparece reflejada en actas municipales de años sucesivos, con constantes menciones a riegos por medio de La Alianza –también conocida como acequia de la Carrasca- en parcelas próximas a la calle de Alicante[22] (actual Santa Faz), calle Cervantes[23], senda de Upanel-Peñas Blancas[24] (hoy avenida Carlos Soria) y a obras de canalización en el camino de los Molinos (actual carretera de Alicante)[25].
     A finales de siglo estaba muy arraigada en Aspe la certeza –y así consta por escrito en la documentación de la época- de que los regadíos se habían asegurado y extendido hasta límites apenas sospechados unos años antes gracias a la actividad de las sociedades mineras, y muy especialmente a  La Alianza. Esta sensación era si cabe más palpable al haberse garantizado el agua potable para consumo de la población.
 

Enlace del canal con el estribo sur, levantado de mampostería y reforzado con pequeños contrafuertes
Vista a media distancia. Se aprecia parte de la celosía Warren con un montante vertical (y el avanzado estado de oxidación)
Son años en los que comienzan a llegar por fin al ámbito local los avances técnicos del siglo: se instala en Aspe una estación telegráfica en 1891, tras la primera solicitud efectuada en 1888; Luís Gumiel funda en 1895 la Sociedad Eléctrica El Vinalopó consiguiéndose la iluminación con luz eléctrica de todo el pueblo a partir de 1896; se utiliza el hierro como nuevo material de connotaciones higienistas para la total renovación de la conducción de aguas potables a las fuentes públicas en 1894[26]; el vapor se emplea como fuerza de propulsión para máquinas en las industrias[27] y, lo que es más importante para el asunto que nos ocupa, en bombas para la elevación de aguas subterráneas, que comienzan a funcionar en el campo gracias en buena medida a la Exposición Industrial de 1888 (Aguilar Civera, 2005: 57).
     A este espíritu emprendedor, de innovación y progreso, alentado por la iniciativa privada de la burguesía local que conforma el accionariado de las sociedades mineras, responde la construcción de un acueducto metálico para salvar la rambla del río Tarafa en el paraje de la Carrasca[28].
Pendolón central de la cercha.

[1] Resulta muy triste comprobar, sólo por citar algunos ejemplos, la ruina casi total de los molinos en Quincoces y el área del Castillo del Río; la desaparición del molino de Mindán en el Tarafa; la destrucción de las norias de la Casa León y Uchel; el abandono a su suerte de la conducción de aguas con sus acueductos entre Aspe y Elche, o el penoso estado de conservación del castillete del Puente de Hierro. Diferentes circunstancias -algunas irremediables, otras de compleja solución- que no entraremos aquí a analizar, los han llevado a su actual situación. Inexplicables, patéticas y casi surrealistas (por lo evitables y por su consideración como “mejora”) resultan sin embargo actuaciones efectuadas bajo el amparo -o ante la inacción y desidia, tanto da- de las diferentes administraciones, como los soterramientos de la Rafa del Hondo de las Fuentes, la Rafa de Percebal, y la Canal de Hierro, en una clara falta de sensibilidad y respeto por el patrimonio local que no es sino el reflejo de la miopía cultural que para la gestión de estos asuntos afecta a nuestros gobernantes.
[2] No se puede tratar este asunto sin destacar el magnífico trabajo de catalogación y difusión de estos bienes culturales llevado a cabo desde los años ochenta por José María Cremades Caparrós y Francisco Pedro Sala Trigueros. Verdaderos pioneros de los estudios etnológicos aspenses, gracias a ellos se conservará al menos una memoria gráfica y científica de todo lo que ya ha desaparecido, que es mucho, y de lo que está en trance de desaparecer, que es casi todo.
[3] Dicho esto desde la perspectiva y enfoque del momento en que fue construida.
[4] Por los medios utilizados, no por el fin perseguido. La endémica falta de agua en nuestras tierras obligaba desde siglos atrás a una constante lucha por el aprovechamiento de los recursos hídricos, con la construcción de rafas y el aprovechamiento de los afloramientos naturales de agua existentes en nuestro término.
[5] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1878-1880, sesión de 14 de diciembre de 1879.
[6] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1881-1883, sesión de 24 de diciembre de 1882.
[7] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1884-1885, sesión de 22 de marzo de 1884.
[8] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1889, sesión de 21 de julio. Registrada originalmente como “Sociedad mina de lignito Concepción”, al parecer agrupaba estas tres minas.
[9] La ubicación exacta de la bocamina aparece citada en el acta del pleno de 27 de agosto de 1882, a raíz de ciertas obras de mejora y ampliación de sus galerías en el entorno de La Columna.
[10] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1881-1883, sesión de 31 de julio de 1883.
[11] AHMA, Libro de Actas Municipales de 1878-1880, sesión de 17 de agosto de 1879.
[12] AHMA, Libro de Actas Municipales de1884-1885, sesión de 22 de marzo de 1884, donde se recoge el informe del perito, evacuado el 22 de agosto de 1883.
[13] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 24 de febrero de 1884. Es apreciable cierto recelo por parte de los firmantes ante la posible dejación de funciones por parte de la municipalidad, algo por otra parte entendible si pensamos que algunos de sus miembros pudieron estar de alguna manera relacionados con dichas sociedades mineras.
[14] Este asunto aparece recogido por Manuel Cremades (1966a: 179-180) quien incide en las rivalidades políticas locales para explicar el cierre de la mina Trinidad. No obstante, tras la firma de una concordia entre las diferentes sociedades y el Ayuntamiento, se procedió a levantar la prohibición en abril de 1888.
[15] Su asesor legal, Ceferino Sánchez Almodóvar, había sido uno de los socios de La Trinidad.
[16] Citada por primera vez en septiembre de 1891 para el reparo de una acequia del Aljau en el camino de La Coca. Vid. AHMA, Libro de Actas Municipales de 1891-1892, sesión de 8 de septiembre.
[17] Tal es el caso de las sociedades Humildad-Paciencia y Concepción con su solicitud de acueducto con derecho de servidumbre perpetua al atravesar tierras de propiedad municipal. La resolución del expediente acaba correspondiendo al gobernador civil. Vid. AHMA, Libro de Actas Municipales de 1890, sesión de 1 de junio de 1890.
[18] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 23 de julio de 1893. En la sesión de 6 agosto siguiente se explica con detalle la amplitud y calidad de las obras a realizar por parte de La Alianza.
[19] M. CREMADES (1996b:355).
[20] M. CREMADES (1966a: 180).
[21] Agradezco a Antonio Cañizares Orts su precisa información acerca del aspecto original del acueducto del Barranco y la galería de La Alianza a su paso por el barrio del Caminico de Elche.
[22] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 1 de octubre de 1895.
[23] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 19 de abril de 1898.
[24] AHMA, Libro de Actas municipales, sesión de 27 de junio de 1899.
[25] AHMA, Libro de Actas Municipales, sesión de 19 de mayo de 1895.
[26] La obra, en la que se invirtieron 14.804 pesetas (una cantidad considerable para la época), fue proyectada por el agrimensor José Cremades Cerdán. La tubería se había encargado a la empresa barcelonesa de Alejo Soujol Manité, transportándose hasta Aspe por ferrocarril y barco.
[27] En 1898 la fábrica de muebles Hijos de Manuel Almodóvar había instalado en el patio de la empresa una máquina de vapor con caldera de 20 caballos, perforándose in situ un pozo para su abastecimiento. El agua apareció a 17 metros de profundidad.
[28] Iniciativas similares se advierten en los mismos años en empresas mineras andaluzas, promoviendo tendidos de puentes ferroviarios, lavaderos de mineral, pasarelas y tinglados portuarios, todo ello utilizando el hierro como material constructivo.

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