Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo.
Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido
Otto von Bismarck
.
Dejando a un lado la endiablada
aritmética electoral resultante de las elecciones, lo cierto es que resulta
materialmente imposible con la actual Constitución en la mano un referéndum en Cataluña y de paso también cualquier
intento previo de reforma constitucional -necesaria para que este sea legal- que no incluya al PP. Pablo Iglesias ya sabía eso cuando lo proclamaba
como condición irrenunciable. Lo que en realidad quería decir es que no iba a colaborar en su investidura, teniendo en cuenta las airadas reacciones de la cúpula del PSOE a Podemos y al referendum. Además le concedió una importancia excesiva y probablemente inmerecida al Rey al
convertirlo en mensajero de las negociaciones para formar gobierno. Aún
recuerdo ver en televisión a un Pedro Sánchez sorprendido al enterarse de que
antes incluso de presentarse en el obligado turno de consultas ya le habían montado
el gobierno con un Vicepresidente y un puñado de ministerios, algunos de novedoso (y polémico) planteamiento. Sinceramente creo que se perdieron las formas y junto con la
empecinada defensa del referéndum para Cataluña (pese a que Ada Colau,
acertadamente ya había rebajado el tono de sus exigencias) se dinamitó además de la investidura cualquier
posibilidad de gobierno de coalición, anteponiendo a mi criterio unas volubles perspectivas de crecimiento electoral en unas
supuestas elecciones anticipadas al mandato implícito de buena parte de los
ciudadanos: que el PP no volviera a gobernar.
El PSOE se vio
empujado así a tener que buscar interlocutores para intentar formar
gobierno con los únicos que quedaban (o sea Ciudadanos) en medio de continuos reproches de Podemos por situarse precisamente donde Podemos quería. El pacto resultante, cuyo proceso debe ser
enmarcado en un toma y daca vergonzante entre PSOE y Podemos en el contexto al
que nos hemos referido más arriba, pone en evidencia entre otras cosas la escasa altura de todos
los que participan, pero al menos
contiene un aspecto positivo silenciado un poco por todos: imposibilita que el
PP vuelva a gobernar, es decir que si el PSOE no puede pactar con Podemos, tampoco Ciudadanos puede hacer lo propio con el PP, ni siquiera con un lavado de cara, creando así un tiempo en el que aún es posible una segunda vuelta de tuerca. pese a la actitud beligerante de Podemos.
En medio de la carta y de cualquier negociación sensata para llegar a un gobierno progresista, aparece una relación de medidas fácilmente asumibles por la izquierda en general y el PSOE en particular, dirigidas a desmontar en buena parte los ataques sistemáticos del PP a nuestro precario Estado del Bienestar. Y no parece tan complicado, basta con modificar o / y derogar leyes ordinarias para que se cumplan y buena parte de los ciudadanos de este país empiecen a respirar algo mejor, para lo cual es condición necesaria un acuerdo PSOE-Podemos. Están habiendo contactos entre nacionalistas catalanes y Pedro Sánchez para intentar al menos la abstención en la perspectiva de un Estado federal (nunca puesto en pie por el PSOE, todo hay que decirlo, pese a ser una de las luminarias de su programa político). A la vista de la postura asumida por la dirección de Podemos, empecinada en meter palos a esa rueda, parecen anclados a la perspectiva de que solo unas nuevas elecciones podrían crear esas condiciones de cambio. Sin embargo y precisamente por lo voluble de la tendencia de voto también es posible que los electores refuercen a la derecha, dejando a los progresistas en la oposición, en cuyo caso se habrá perdido, quien sabe por cuanto tiempo una oportunidad de oro. Algo similar pasó con el primigenio sorpasso de Anguita. Si Josep Fontana ya avisaba que solo quedará del Estado del bienestar lo que seamos capaces de defender (y cito de memoria) ello podría significar la liquidación de hecho de los escasos jirones de ese estandarte.
Al final, destacar lo que para mí es la parte más interesante: la llamada a un pacto a la valenciana, Aquí tenemos mayoría absoluta, por eso obviamente el pacto no es trasladable al ámbito estatal, así que cabe interpretar esa llamada a un gobierno de coalición en el que Podemos asiste como garante del programa, mientras que el PSOE, Izquierda unida y grupos afines a Podemos, que tienen personalidad jurídica y política propia, participan en un gobierno de coalición. Eso sí sería realmente bello, no como las dimisiones en masa o las destituciones manu militari perpetradas con nocturnidad.
Volviendo al tema. De ser cierta esa lectura, con el pacto a la valenciana tendríamos la condición necesaria, solo falta la suficiente. Todo un paso antes de tener que celebrar elecciones anticipadas.
En cualquier caso, agradecer el cariño. Prometo un abrazo a Pablo Iglesias en cuanto lo vea.
Yo también te quiero, Pablo.
Yo también te quiero, Pablo.
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